Artículo publicado hoy martes, 28/10/2014, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
LA HORA DEL “MÁS ALLÁ”
Ahuyentar del pensamiento el arribo de la hora nefasta de acabar nuestras vidas es harto difícil, porque es un hecho cierto y aunque sea un tema que no me agrade tocar aquí, por lo que pueda parecerle a muchos lectores, ahí está y es inevitable. A servidora me da mucho más miedo el “más allá” que me espera que el momento en sí de la desaparición terrenal, pero está meridianamente claro que todo esto es cuestión de fe y no todo el mundo la tiene, lamentablemente. Tengo amigos cuyas declaraciones sobre la muerte me estremecen las paredes del alma, porque tienen enquistado en la mente que con la muerte aquí se acaba todo, y con tal tajante e irreflexivo pensamiento no quieren oír hablar de resurrecciones, condenaciones, reencarnaciones, etcétera, e incluso con cierta concesión a la frivolidad hacen bromas con mi manifiesto interés hacia el asunto.
A mí, lo reconozco, se me hace difícilmente digerible la rotundidad con la que exponen sus creencias, por otra parte muy respetables, especialmente cuando intento tratar el aroma amargo de la despedida de este mundo loco y la gran incógnita que nos espera después del fenecimiento. Sé que estoy atrapada en el vértigo de la duda, de la reflexión sobre ese salto sin red que nos espera a todos, pero tampoco entiendo por qué, en tertulias amistosas, nadie quiere dirigir sus emociones vaciadas de temor hacia esta materia de la que pueda salir algo de luz para descanso del espíritu.
Y no es que servidora incurra en el abuso de abordar estas cuestiones con frecuencia, porque además no trato de convencer a nadie, pero ese exceso de cerrar los oídos hasta hacerlo inabordable ya me agota hasta el cansancio. Y me pregunto el por qué de este rechazo cuando está en juego el alma. Pero, en fin, “cada uno es cada uno y tiene sus cadaunadas”.
Por suerte para mí, a veces aparece por ahí alguien con unos brotes sorpresivos sobre mis argumentos, ofreciéndome incluso una visión poseída de otra luz pero con la misma incertidumbre mía, y así me agradan las manifestaciones de ambos dos sobre tal charla, aunque al final no lleguemos a ninguna conclusión porque todo ello es un misterio. Pero como la materia del pensamiento es la palabra
y dos cabezas piensan mejor que una, la inmersión voluntaria de hablar de Dios (a quien la sociedad actual ya no le deja sitio) y del “más allá” le pone freno a mis miedos, que ya es mucho.
Creo que en tertulias amistosas es un tema que deberíamos rescatar del silencio para considerarlo como una esperanza, porque si creo firmemente que la vida es una breve y delicada pompa de jabón donde cabalgan juntos sentimientos, emociones, alegrías, tristezas, sensaciones, amores, desamores, ánimos, desánimos…, ¿por qué no ha de ser una realidad que todo lo bueno no puede acabar aquí? A pesar de mis dudas, mi pálpito me dice que existe una continuación y, a pesar del temor, deseo estar ahí cuando llegue mi turno. Faltaría más.
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