Artículo publicado hoy martes, 30/12/2014, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
LOS DESAIRES
(o “dar por los besos”)
Siempre he creído que los desaires no son algo que se limpie con blanco-España y ya está, a escupir al barranco y a otra cosa, mariposa, porque al desairado le duele esto más que una boquera mal curada y quedándose con talreconcomio que no descansará hasta que pueda“darle por los besos” al enemigo. Conozco gente a la que un desaire le desequilibra el sistema nervioso hasta el punto de convertirlo en una obsesión y ya, con la mente retorcida, no parará hasta vivir así sus últimas horas si no cicatriza su herida con otro desaire que le alivie la cólera. Este mal deseo se intensifica con el tiempo y creo que ni el acierto de una quiniela de catorce resultados le aliviaría el espíritu hasta poder vomitar hacia el otro todo el veneno que lleva dentro. Y terrible cosa me parece tal sentimiento.
Hace ya muchos años, conocí a un señor a quien le gustaba vivir a medio metro por encima de los demás, y era muy propio de él presumir de todo lo que tenía, pero con una mente vacía como una casa donde ya no se mora. Un día, a mi lado, mi buen amigo Antonio (nombre ficticio pero persona real), con la esperanza decepcionada de que dejara de presumir tanto, le demostraba descaradamente que no prestaba oídos a sus exageradas presunciones haciéndole ver que deseaba darle sueño a sus ojos, pero el otro, dándose cuenta del desaire y ya prisionero en los lazos de la ira, cayó agresivo sobre él como el águila sobre su presa.
Son muchos los años transcurridos y no puedo recordar el insulto, pero sí sé que se lo excavó hasta la hondura más recóndita del alma de mi amigo, intentando aplastarlo como a una polilla, mientras el sabio Antonio supo disimular la ofensa frenando sus labios con la prudencia del silencio, cosa que al insensato lo descolocó hasta el punto de ni siquiera despedirse de nosotros, movido de la rabia al ver que Antonio defendió su terreno con la inteligencia y no con la fuerza brutal de otras desafortunadas imprecaciones. Y es que los desaires, a ciertos individuos, se les atraganta hasta la eternidad y rezongarán toda la vida de quien “le dio por los besos” con su indiferencia.
Hoy, aquel poderoso caballero don dinero, vive en la total decadencia económica y solamente cambio con él un amistoso saludo, no sea que aún abrigue el propósito de nombrarme a Antonio y sea a mí a quien le caiga el chaparrón, que ya no está una para que le desorden la circulación de la sangre. Faltaría más. Les deseo feliz Año Nuevo.
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