Artículo publicado hoy, 16/12/2014, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
EL ORDENADOR, ESE DOMINADOR
Dicen que la tecnología nos hace vagos y solitarios y que a algunos les cambia el carácter como si fueran grabadores de lápidas. Y lo creo, porque la vida de estas personas, siempre pegadas al ordenador, se les ha hecho más complicada que un mueble esquinero, ya que la compleja maquinaria de la materia gris (este centro del control general del organismo que es el cerebro), se traba, se aísla del mundo, sobre todo cuando el ordenador, como los buenos amigos, aunque los conozcas bien, a veces te fallan. Y es que somos como niños con un juguete nuevo.
Creo que estos forofos de la tecnología deberían practicar alguna disciplina que les aparte durante algunas horas de la asfixiante, sofocante, opresiva maquinita para darle algo más de sentido a la vida ya que, afuera, en la calle, las cansadas neuronas se oxigenan y reviven, porque ya sabemos queneuronas que mueren no resucitan, y no es plan.
Está meridianamente claro que el dichoso ordenador domina y su magnetismo sumerge a sudominado al borde del peligro de que su vida le dé la baja demasiado pronto, si no pone frenos a tan exagerada actividad. Afortunadamente para mí, tengo en ello disciplina y rigor y me niego a caer en esa torturante máquina manipuladora. Sí, torturante, porque me parece de absoluta perplejidad que estos chismes tengan tal poder sobre los seres humanos. Pero lo que resulta bastante sorprendente es que ciertos padres no tengan la suficiente autoridad sobre sus hijos para exigirles una metódica conducta a algo que comenzó como un juego y ha terminado succionando el cerebro de tantos jóvenes que pierden la mitad de su vida con ingerencias extrañas en su sesera, destruyéndoles las emociones y los propios sueños e ilusiones, como un yugo opresor.
Y me atrevo a decir que viéndoles obcecados, sin levantarse de la butaca aunque les duela la cabeza, casi haría falta un grupo de rescate que les obligue a reflexionar, para que así vean claro que también pueden viajar por sí solos y a su antojo con el pensamiento (una buena manera de lubricarlo), dejando a un lado por algunas horas esa inmersión mental, agotadora e intrusa que los enloquece, porque no es precisamente como un suave y relajante baño caliente antes de dormir. Creo que enderezar tal situación es deber de los progenitores para que sus amados hijos no queden, a la larga, como seres con un intelecto reducido. Que tengan un buen día.
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