Artículo publicado hoy martes, 20/01/2015, en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO

Donina Romero

ESTA IGLESIA SIN CHISPA

( I )

Jamás he puesto en tela de juicio la ayuda que nuestra Iglesia católica, apostólica y romana ha realizado en asilos, hospitales, leproserías, mujeres maltratadas que se refugian en casas de acogida, enfermos terminales, miles de niños de la calle acogidos y así un largo etcétera que me parece de un mérito extraordinario y admirable, pero aunque no soy una escritora eclesiástica tengo el derecho a mi reflexión voluntaria y a dar mi subjetiva opinión, reincidiendo una vez más en cómo veo a la Iglesia hoy, e insisto tenazmente en ello, con el cariño y respeto que me merece, porque me siento atrapada en la impotencia de este problema y sintiéndome inmersa en mi aflicción cuando veo cómo se ha convertido la Iglesia en una institución dormida y herrumbrosa, con la desidia de sus ministros que no saben, no pueden o no quieren atraer a las moscas a la miel y sin ningún esfuerzo por conquistarnos.

Entre semana suelo acudir a misa tres o cuatro veces porque mi espíritu necesita el alimento de la Sagrada Forma, pero el alma se me cae a los pies cuando solamente encuentro seis o siete feligreses, y a veces menos, normalmente muy mayores, y ningún joven (de estos hablaré en el próximo artículo). Sabemos que la Iglesia en sus mejores momentos unió razas y continentes, estaba en los primerísimos planos, gozaba de buena salud y los católicos éramos unos fervientes admiradores unidos a ella como dos tablas de madera machihembrada, pero ahora la misma Iglesia con su actitud apática, sin chispa, ha puesto una barrera que le separa de nosotros con actitudes poco seductoras por conquistarnos. Hoy se ha quedado como una cenefa decorativa y sola y colgada como una chaqueta en un galán de noche. Y sobre todo opino de las misas, de las que me permito hablar así porque soy arte y parte de este asunto como católica practicante, y me duele que habiéndonos tenido en sus manos en aquella ocasión de hipnosis colectiva, no haya sabido aprovecharlo.

En verano y en mis frecuentes vacaciones en Londres con mi familia, me encantaba asistir a la misa católica, porque al término de la misma el sacerdote se ponía en la puerta de la iglesia a saludar a sus feligreses invitándonos a un posterior y sencillo refrigerio en el jardín. Allí charlábamos todos amigablemente, los críos corrían de un lado para el otro con los demás niños, nos conocíamos de año en año y éramos como una gran familia contándonos las idas y venidas de la vida. Creo que esto ni en sueños sucederá jamás aquí, en España.

Por otra parte, yo intento vivir a la manera que quiere Dios, aunque con alguna salpicadura humana dada mi condición terrena, pero no puedo evitar sentir rabia por lo que ocurre en casi todas las parroquias (y me hago eco de las quejas de muchos feligreses) y a lo que no ponen remedio. Veamos. No entiendo por qué no están los coadjutores o párrocos en sus confesionarios fuera del horario de las misas, ni por qué no están para confesar durante las misas, porque no me parece normal que asistamos a la santa celebración con el ánimo de confesar y veamos los confesionarios vacíos,sin confesor, y con la consiguiente decepción en nuestros corazones. Dicen los curas que la confesión es un poco antes de la misa, pero yo digo que no todo el mundo tiene tiempo para llegar a la iglesia media hora antes. Otra cosa. La mayoría de los párrocos no mantienen una postura de diálogo con sus feligreses y es por ello que ni les conocen ni les visitan en sus casas porque están almidonados y secos espiritualmente, y en su desinterés se olvidan de que tenemos domicilio, voz y nombre y que necesitamos que nos serenen las tempestades del alma, porque hay preguntas que necesitan respuestas.

¿Por qué en las homilías nunca aparece una chispa de creatividad, de vehemencia que nos pueda entusiasmar en los mensajes bíblicos?¿Dónde están aquellos sermones maravillosos que nos hacían vibrar de los pies a la cabeza? ¿Por qué ahora sólo se limitan a leer un breve pasaje de la Biblia y a otra cosa, mariposa? ¿Por qué no existe algo de sentido del humor y confraternidad que nos atraiga a la Casa del Padre y no tanto aburrimiento? ¿Para qué ese“daos fraternalmente la paz”si luego al desconocido a quien se la dimos, con un apretón de manos y una sonrisa fraternal,202 no nos dice ni adiós al término de la ceremonia y ni siquiera nos reconoce con un saludo o una leve sonrisa en las misas siguientes? En fin…, espero que nuestras esperanzas de renovación de nuestra amada Iglesia no se vayan por el desagüe y que ésta se haga eco de nuestro llamamiento para que deje de vivir en las condolencias. (Continuará).

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