Artículo publicado hoy martes, 27/01/2015, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
LOS JÓVENES Y LA IGLESIA
A pesar de abrigar el propósito de no volver a opinar sobre la Iglesia, hoy regreso sobre la misma porque la amo y no deseo que se apague como desaparece una hoguera después de arder. Pero no voy a pronunciarme solamente sobre la celebración de la santa misa, a pesar de que veo que la sensibilidad de los católicos hacia el culto religioso se ha ido erosionando debido a la espesura inamovible de sus formas poco incitadoras, adormecidas, perennes en sus reglas, lo cual no predispone precisamente a la asistencia de sus fieles. Cuando servidora era jovencita, recuerdo que el gozo que sentía durante la celebración de la misa en mi parroquia era una fuente de paz espiritual, pero de eso han pasado muchos años, yo he evolucionado pero la misa continúa estancada en sus reglas y ya se me hace difícilmente digerible aguantar tres cuartos de hora de aburrimiento. Y que no me vengan a decir las señoras pías (muchas de ellas conformistas sin inquietudes) que todo está bien, que la celebración de la santa misa las sigue conmoviendo, porque creo sinceramente que hoy tal ceremonia transmite poco y la ausencia de innovaciones pone el punto en la i. También debo matizar que entiendo que la santa misa no es desde luego una verbena de verano y sí un lugar de recogimiento y de visita al Santísimo, pero mejor sería con otra visión, o sea, dándole un enfoque más ameno, otro planteamiento para que no enmohezca ni se anquilose, porque todos necesitamos de la Iglesia y de sus ministros, que tan importantes son para el alimento de nuestra alma. Y esto solamente se consigue tomándose el tiempo para madurar sus cánones y hacer de ello una realidad tangible donde todos los cristianos encontremos un hueco.
Resumir las consideraciones subjetivas que tengo sobre la celebración del oficio religioso es tarea difícil, pues no deseo modificar la respiración de quienes creen fervientemente en este culto, y aunque soy una católica practicante, con una fe inquebrantable y vivo alentada por la esperanza de una vida eterna, que es el fin primero de una vida humana, siento verdadera tristeza de que nuestra Iglesia Católica continúe respirando por la herida en su parálisis progresiva de sus estrictas reglas o modos sobre la importante celebración, y que no concentre todas sus fuerzas para incrementar el interés de sus fieles. Siempre hemos creído que la Iglesia es una sociedad viva que tiene el deber de animar a sus fieles, de enseñar y practicar con fidelidad la santidad evangélica, pero parece que hoy muchos de sus ministros no ven esa función que tan clara está en los Evangelios: “Vosotros sois la sal de la tierra. Vosotros sois la luz del mundo, que brille vuestra luz delante de los hombres” (San Marcos 9,50 y San Lucas 14,34-35). Y es que falta renovación en la ceremonia y alegría en sus ministros, que no saben atraernos a la santa misa porque sus homilías hacen que se nos disloque la mandíbula de bostezar ya que no existe una vibración que nos sacuda el ánimo, porque asistir al culto se nos ha convertido en algo más aburrido que ir a ver una exposición de hormigoneras. Creo que hay que mojarse más.
Por otra parte, me preocupa mucho la ausencia masiva de la juventud, en cualquier evento eclesiástico, por culpa de tal dormilera ministerial. Sí, me preocupa mucho la clara resistencia de la juventud en asistir a la ofrenda, aunque tan solo sea dominical, porque no ven en la Iglesia un compromiso activo hacia ellos, porque no sabe entablar relaciones y darles la orientación necesaria ni llenarles su vacío interior. Sí, me preocupa oír a muchos de estos jóvenes decir que no van a misa porque “eso es un muerto, un rollo, un petardo…”, (aunque servidora creo en los milagros, y afortunadamente ahora están llegando ministros jóvenes que traen una bocanada de aire fresco que está haciendo que un pequeño sector de la juventud palpite y le aumente la fe). A todos nos preocupan estos muchachos y por ello implico con fuerza a la Iglesia por su escasa tarea activa hacia ellos en un problema que es evidente, por su insuficiente voluntad y carencia de magnitud en el esfuerzo aún viendo esas iglesias vacías de muchachos que han huido en desbandada y que ni siquiera se acuerdan de cómo se reza el Padrenuestro ni cuántos son los Mandamientos.
Da la impresión de que la Iglesia está difícilmente conciliable con esta juventud de ahora que tiene “otra conciencia y otros valores” basados en su esterilidad emocional y en la falta de calor humano (ahí están esos quince mil intentos de suicidio de jóvenes al año en Alemania porque consideran que este mundo no tiene sentido, o esas cinco mil chicas en edad adolescente que abortan anualmente en Canarias). ¿Y dónde está la Iglesia para su apoyo e información? ¿Dónde está la Iglesia para enseñarles una escala de valores y formas cristianas de comportamientos? ¿Dónde está la Iglesia para hacerles comprender que la felicidad no se encuentra en el consumismo más absoluto y que el éxito no está en el “sex, car and career”, como dicen en América, o sea,“sexo, coche y carrera”? ¿Dónde está esa Iglesia creando “un movimiento de defensa” a la juventud, para protegerla y darle ese impulso que necesita para salir de esta sociedad basada en la opulencia y en un mundo que sólo vive para satisfacer egocéntricamente sus deseos placenteros? ¿Dónde está la Iglesia para hacerles entender que nuestro planeta no es un edén pleno de bienaventuranzas donde todos estos chicos/as se creen triunfadores por unas horas bajo los efectos de la venenosa magia de las drogas y sin asomo de espiritualidad? (No crean, queridos lectores, que no culpo también a los padres de estos muchachos que no imponen autoridad y respeto y que viven con despreocupación ese vivir acelerado de sus hijos, sin tensarles un poco la cuerda ni dialogar con ellos ni explicarles que la alegría de ser joven no está en el botellón, el sexo y la marchahasta altas horas de la noche).
El problema es evidente, y aunque no dudo que la Iglesia algo hace, sabe que ella es el hada madrina que con su varita mágica les haría cambiar de actitud y de pensamientos. Que ya lo dijo Hölderlin, “cuando el ser humano trata de convertir la tierra en un paraíso, sin contar con Dios, la convierte en un infierno” Que tengan un buen día.
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