Artículo publicado el martes pasado, 24/03/2015, en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO

Donina Romero

MI QUERIDA EMPLEADA DE HOGAR

Nunca acabo de sorprenderme ante las ingenuas y graciosas salidas de mi Paqui (“Quilla”, como yo le llamo después de restarle el “Pa” de “Paquilla”). Mi empleada de hogar lleva conmigo la friolera de 37 años y ya es parte de mi familia. Mi Quilla es una morenaza guapetona (guayabazo), apretada de carnes como un mueble de madera maciza, inquieta (rabo de perinqué), siempre con el carácter a ritmo del Caribe más un sentido del humor que no hay quien le gane y con quien me llevo como un matrimonio bien avenido, hasta el punto de cantar y bailar juntas dependiendo del día que nos apetezca. Su presencia destaca en mi casa como la campanilla en una misa, y además de excelente cocinera maneja mi hogar con absoluta destreza y plancha las camisas de mi beatífico esposo como nadie. Por su diaria simpatía, a mí se me han reducido mucho el colesterol y los triglicéridos, así es que a mi Quilla la adoramos toda la familia porque se lo merece por sus buenas acciones y el sentido del respeto que tiene, pues jamás ha abierto los labios para una mala contestación, irritación u ofensa. Desde que me levanto por las mañanas, nos damos los buenos días con un beso y un fuerte abrazo, a media mañana vemos juntas una película que le grabo por la noche de las que a ella le gustan, después nos tomamos un cortadito en el jardín meciéndonos en un agradable columpio, luego ella se dirige a sus cosas y yo a las mías.

Quilla salió muy niña de la escuela y por ello no tuvo el tiempo suficiente de escribir bien, aunque leyendo se defiende dignamente. Lleva unos cuantos años pidiéndome que escriba y publique algo sobre ella y sus confusiones (naturalmente debidas a su falta de preparación cultural), a lo que me he negado siempre, pues no he sabido nunca cómo se lo podrían tomar mis lectores, pero ella insiste y hoy me decido al verla tan contenta, como hace cuando la corrijo sus errores, pues no solo sonríe sino que sus carcajadas retumban en Madrid, ya que la primera que se carcajea de sus equivocaciones es ella misma. Quilla me ha pedido y recordado que exponga algunas reflexiones suyas con las que más nos hemos reído ambas. Así es que, queridísima Quilla, con tu permiso y tu deseo, aquí va lo que tú has querido que cuente.

Cuando Elsa, la primera de mis hijas se iba a casar, mi Quilla era la encargada de recibir los regalos que iban llegando a casa de los invitados a la boda, y siempre con la orden de preguntar por el telefonillo de la calle antes de abrir. Uno de esos días, y después de una llamada, no se atrevió a abrir ni la cancela ni la puerta ya que el asombro la había dejado casi paralizada. Llegándose apurada (agoniada) hacia donde yo estaba, exclamó sin aliento, “señora, traen un regalo y pregunta por la niña Fray Escoba”. Le insistí varias veces si había oído bien, jurándome y perjurándome que sí, que era “Fray Escoba”. Como es natural, salí a ver al fraile, y cual sería mi sorpresa cuando un chico con un hermoso regalo en las manos me decía, “señora, es un paquete de parte de “Grifé y Escoda”. Cuando se lo expliqué, a las dos nos produjo una carcajada tan grande que aún nos reímos de aquella equivocación más bonita que el anís estrellado.

Con alguna frecuencia y cariñosamente me dice, “señora, cuando se quede viuda, las dos nos vamos a quedar más solas que las “urnas”. O sea, da por hecho que el primero que parte de este mundo cruel es mi esposo. “Señora, le vino una carta “santificada”. Y le contesto que qué pena que no venga del Papa Francisco. Y si alguna vez me ve apurada con mis cosas, me calma con un “tranquila, señora, que Dios ahoga pero no aprieta”. Otra. “uno pelea si dos no quieren” O “señora, la tele no se ve bien porque tiene trasferencias (interferencias)”. O “por culpa de un puchero no se pierde un garbanzo”. Y cuando se lo explico, venga a reírse. O cuando la veo muy apurada con la limpieza y le digo que descanse, “señora, ya sabe el refrán, “no dejes para hoy lo que puedes hacer mañana”. Y no puedo acabar sin este piropo a mi persona que me encanta cuando me ve muy arreglada, “señora, usted tiene mucho “zeppelín” (sexapil)”. Y así son las cosas de mi maravillosa Paqui, que a veces me resultan tan necesarias para afianzar más el amor entre mi Quilla y yo, porque dicen que quienes ríen juntos mueren eternamente amigos, y mi Quilla es la mejor amiga que poseo. Que tengan un buen día.

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