Artículo publicado hoy martes, 28/04/2015, en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO

Donina Romero

GENTE PESADA

A veces se encuentra una en la calle con gente tan pesada como levantar un elefante, porque ya no solamente es tela marinera que oírlos canse más que desmontar un belén (nacimiento) después de navidad, sino que encima se molesten si ya les cortas el rollo, porque su asunto te interesa bien poco. He de reconocer que para los pesados soy muy generosa porque siempre he tenido mucha paciencia con ellos, pero a veces resulta necesario actuar con severidad, sin renunciar a la buena educación, para que te quites de encima al personaje sin herir su susceptibilidad, que podría llegar a ser un conflicto innecesario.

Y es curioso que estos latosos (potalas) nunca se den cuenta de lo impertinentes que pueden llegar a ser, haciéndonos consumir nuestras valiosas horas que podíamos haber dedicado a oír cantar a un ruiseñor, por ejemplo, o a terminar nuestras compras antes de que nos cierren las tiendas, porque el gran egoísmo de estos petardos hace que crean que tienen que solucionar sus problemas con nosotros, los tontos que les aguantamos, haciéndonos nadar en su falta de prudencia en su relato, y que no nos interesa en absoluto, o quizá en su desmesurado YO.

Dicen que la paciencia es sinónimo de triunfo, pero como los sentimientos negativos se transmiten con más fuerza que los positivos, pues el rechazo o la huída hacia este tipo de gente llega con la misma facilidad que el mar arriba a la orilla. Servidora he tomado la decisión (tarde, pero llegó) de mandarlos a callar sin emitir el grito de Tarzán de la selva ni echarles una pulverización de spray matamoscas (flis), sino simplemente, en un impulso de audacia y teatralidad, observar con asombro la hora de mi reloj y en leve exclamación expresarle mi tremenda prisa porque tengo una reunión y llego tarde, por ejemplo, y así enviarlo a darle la pesadez (el tostón) a otro. Ay, Señor, qué cosas…

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