Artículo publicado hoy martes, 02/08/2016, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
PARECEMOS TONTOS CON LA TECNOLOGÍA
Estamos viviendo una época en que el interés por la tecnología se ha convertido en adoración, y no es de sorprender ver en la calle, en una cafetería, en un restaurante, en el vestíbulo de un teatro, en el descanso de un concierto o en la ópera, en la sala de espera de un médico, en los parques, en las guaguas, en los supermercados, paseando por avenidas y así un larguísimo etcétera, a una lluvia de seres humanos (bueno, anterior a todo esto sí eran seres humanos) hablando solos y en voz alta, como si fueran locos sueltos recién escapados de manicomios, riendo a mandíbula batiente o enfadados como perros de presa, incluyendo palabras malsonantes o enviando mensajes digitales, sin ni siquiera darse cuenta de que un camión se les pueda caer encima, o sea, todos, toditos, todos, atrapados en el vértigo de la seducción de ese chisme que tanto, tantísimo detesto y que llamamos móvil.
Quizá de entrada esto pueda parecer un tema endeble, pero a servidora, como testigo ocular de tal barbaridad, me hierve la sangre frente a este poderoso caballero móvil (o “celular”, como le llaman los sudamericanos), porque creo firmemente que es el único culpable, zorro, astuto, ladino, pérfido, engañoso, taimado, sagaz y marrullero que nos ha ganado la batalla y ha evitado que la palabra, la hermosa palabra, se realice cara a cara, mirándonos a los ojos, ocupando el espacio, el tiempo y el lugar que le corresponde y dejándola, además, en una mamarracha.
“Dime pf q hac esta trd xq dps d stdiar tngo libre hsta las 10 y pdmos ir a mrndar y al cne”. Traducción : “dime por favor qué haces esta tarde porque después de estudiar tengo libre hasta las 10 y podemos ir a merendar y al cine”. Y todo ello sin signos gramaticales. Me pregunto que para qué estudian los jóvenes de hoy, si así ya no necesitan cultura para su integración social, y peor aún, laboral. Esta moda me resulta además de estúpida una pesadilla para mi mente, porque no admito que se haya muerto el don de la palabra y porque parece que continuará un suma y sigue de esta locura tonta que terminará haciéndonos sufrir un stress crónico, un vivir desalentador, un mundo imperfecto a pesar de tanta perfección tecnológica, pero sobre todo cabalgando sobre un agudo déficit espiritual en esta desasosegada como triste, peligrosa y temible existencia. Que Dios nos coja confesados. Ay, Señor, cuánto sufrimiento…
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