Artículo publicado el martes último, 09/08/2016, en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO

Donina Romero

VAQUEROS ROTOS, QUÉ HORROR

Sometida al asombro continúo a pesar de los años que hace que se impuso la espantosa moda de los vaqueros rotos, que más que rotos parecen destrozados. La esclavitud y servidumbre de la moda hacia esos “grandes diseñadores,” deja los bolsillos pelados de dinero a quienes tontamente la siguen, aún a sabiendas de que les han quebrado sus esquemas de lo que realmente es la elegancia. Repito que me asombra (asorimba) que a estos hombres y mujeres como castillos, cincuentones y sesentones ellos y ellas, sus personalidades se las hayan dejado tan frágiles como el cristal, porque no se entiende (algo que va más allá de mi propia comprensión) que estos individuos se atrevan a ir por la calle con unos pantalones vaqueros deshilachados y destrozados por distintos sitios de las perneras y que lleguen a parecer mendigos.

Estoy más que convencida de que si mi santa madre, que en gloria esté, levantara la cabeza y viera a estos esperpentos, automáticamente creería que se equivocó de planeta o que, desde su ausencia, a la tierra la han invadido legiones de menesterosos, mendicantes, indigentes, pobretes, buscando almas caritativas que les zurzan o les cosan parches a los agujeros de sus pantalones para tapar esas vergüenzas.

Se me amontonan demasiadas opiniones al respecto, pero no deja de ser inquietante la despreocupación de esta gente talludita y madura por su humillante vestuario. Desde luego que no pretendo subir nota con esta reflexión, pero me siento en la necesidad de denunciar esta locura vehemente por los vaqueros rotos y en los que ya han llegado sus roturas a mostrarnos sus carnosas rodillas completamente fuera del tejido. ¿Pero esto qué es? ¿Adónde hemos llegado? Aunque nadie me reconociera en una gran ciudad, servidora sería incapaz, aunque me lo regalaran, de ponerme semejante mamarrachada.

Entiendo que a la juventud, que todo lo quiere probar, hacer, descubrir y un largo etcétera, esta locura anti-elegancia le parezca divertida, y hasta a mí misma me hace gracia verlo en chiquillos quinceañeros y veinteañeros porque la adolescencia y la juventud pueden con todo, pero en gente que hace miles de años la juventud les abandonó, me parece una actitud ridícula que además les hace parecer aún más viejos. Y si con estos disparates han creído que con ello han salido del círculo de la mediocridad, se equivocan porque se han metido en el círculo de la vulgaridad más torpe. Y lo que es peor: ni siquiera se les considera gente con talento. Que tengan un buen día.

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