Artículo publicado ayer martes, 24/01/2017, en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO

Donina Romero

CONFUSIONES DIALÉCTICAS

Ay, Señor… A veces las confusiones pueden llegar a jugarnos malas pasadas, y como humanos estamos expuestas a ellas, por lo que no es raro que alguna que otra vez hayamos tenido unas cuantas a lo largo de nuestra vida. Hace un par de semanas andábamos mi venerado esposo y servidora pasando unos días en Tenerife, y llegada la hora de almorzar acudimos a mi restaurante favorito, donde sirven deliciosas comidas y donde además el buen trato que nos dispensan hace que lo visitemos con cierta frecuencia. Acudió a nuestra mesa un camarero de cierta edad, delgado como un alambre (flaco como una verguilla) y a quien no habíamos visto nunca por aquellos lares. Curiosa (novelera), le pregunté, “¿usted es nuevo?”, respondiéndome con una sonrisa que le desbordaba las comisuras de la boca, “no señora, yo ya tengo 62 años”. Confundida con su contestación le respondí, “no, no, digo que si lleva mucho tiempo aquí”. A lo que me contestó tranquilo y pausado como contando el deshojamiento de una margarita, “empecé a pegar a las siete de la mañana, para preparar las mesas de los desayunos”.

Dando por imposible aquel diálogo de besugos, le pedí la carta recomendándonos un pescado fresco, con patatas guisadas y exquisita salsa “pradera” (papas sancochadas y mojo verde). Mi alemán (para quien no lo sepa: nacido en Berlín, de padre hamburgués y madre berlinesa), insistió en que lo quería realmente fresco, y así el pobre camarero apurado por la insistencia le comentó con cierta euforia, “tan fresco que lo hemos tenido desde ayer cubierto de hielo”.

¡Ayayay…, qué dolor de cabezaaaaa! Llenándome de paciencia me quedé callada como un higo chumbo (tuno), optando al final por una “fideuá”, que estaba riquísima y que me disipó la tortura de aquel diálogo. Y es que a veces las confusiones dialécticas pueden hacernos reír o ser tan decepcionantes como una minipiscina. Que tengan un buen día.

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