Artículo publicado hoy, 29/05/2007, en el diario La Provincia/DL


DE TODO UN POCO

Donina Romero

 

SALPICADURAS HUMANAS

 

A veces pienso que todo en la vida no es tan complicado o quizá sea que lo complicamos nosotros poniéndole horizontes incoloros, y aunque cada uno de nosotros somos producto de una época concreta, no cabe duda de que en los andamios de nuestra mente y en nuestro interior flotan incomprensibles mecanismos con los mismos deseos e impulsos humanos: el soñar (un entretenido juego de la imaginación), la memoria (a la que por suerte o desgracia no se le ahuyentan los recuerdos), la alegría (esa impetuosa energía para el espíritu que suele durar un parpadeo), la tristeza (aflicción y pesadumbre del alma), el silencio (que según las circunstancias habla, otorga, niega, etc.), el amor (como una confitura untando las fibras más sensibles del espíritu), la llamada a formar una familia (nácar que no se ha erosionado con el tiempo)… Todos estamos necesitados del milagro de un beso a tiempo, del intercambio afectivo, de ser arte y parte de los sentimientos del otro…, y tantas y tantas salpicaduras humanas que transitan iguales en nuestro interior… Así es que estamos todos del mismo lado de la vida, sólo que más allá de estas consideraciones existen otros seres humanos con los mismos latidos y sentimientos, pero con muchas desventajas: ese desventurado Tercer Mundo desafortunado que ruge en la lejanía con el amargo aroma del hambre y la desnutrición, afectándoles al alma y al cuerpo y dejándolos en un lamento incontenido y una actitud poco combativa. Desconocer por nuestra parte la existencia de este triste problema es como no ver a un elefante bailando en un jardín…, aunque nos hemos acostumbrado a oírlo y verlo en los medios de comunicación con tal tibia temperatura que ya nos parece que no merece ningún comentario interesante. Sólo una minoría ha cruzado una mirada con el Tercer Mundo y ha sido generosa con sus heridas. El resto suponemos que le prestamos mucha atención al prójimo, pero creo que es bastante menos que lo que solemos suponer.

 

¿Cómo es posible que ya no hiera nuestra sensibilidad ver cómo quedan esos seres atrapados en el vértigo de su pobreza absoluta, que el desánimo les atraviese la piel, y que en los ojos (que sólo los tienen para llorar) la mirada sólo viva sumergida en la más absoluta tristeza, casi deseando ocultar su incierta suerte? ¿Cómo es posible que ya no suframos al verlos desplomados en la desesperanza, colmados de aflicciones y con la inseparable angustia arañándoles esos corazones que se desgarran…? ¿Cómo es posible que ya no veamos que tienen que hacer juegos malabares para comer y continuar viviendo, y les cansa de cansada la paciencia de esperar un mundo nuevo y digno que nunca llega a pesar de esa travesía de promesas…? ¿Cómo es posible que el sufrimiento ajeno nos haya anestesiado el dolor y desconectado el piloto de la misericordia? ¿Es posible que este mundo perturbado por el materialismo y el sexo no tenga ojos y oídos para tanta tragedia, para estos seres con un hilo de voz en la garganta y las energías huidas del cuerpo porque ya ni siquiera albergan la esperanza de que se les tienda una mano amiga, aunque sólo sea para llevarles un racimo de palabras dulces? ¿O quizá es que al nacer se echan suertes a cara o cruz, o se trata de la tan traída y llevada reencarnación? Porque si es así (y no creo que hayan sido condenados a esa vida por elección propia), no comprendo que en este mundo no tengamos todos las mismas oportunidades. Qué mundo éste…

 

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