Artículo publicado ayer, 15/12/2009, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
QUÉ FÁCIL ES DAR AMOR
El pasado sábado disfruté de un día maravilloso en la finca “Viña Schamann” que mi buen amigo Alfredo Schamann posee en el Palmital La Gavia, en Telde. El lugar es hermoso y el aire te modifica el ritmo de la respiración porque no está cargado de impurezas ni polución, y la paz fluye como una bandada de gaviotas en vuelo y en silencio. Y así, bajo una fina llovizna (garujilla) sin llegar a mojarnos (entriparnos) y menos molesta que una cristalería con pelusa, estábamos todos los amigos (jurria, jarca), con el buen humor a cuestas (que ya sabemos que es un estado anímico que incrementa el positivismo y lo transmite a los demás) celebrando el día de San Andrés (patrono del vino), un San Andrés pequeñito, casi miniatura (rabujo), al que le hicimos una simpática procesión a lo largo de aquellos viñedos abiertos al cielo y a la luz, luz que aún siendo intangible casi se podía tocar, para acabar todos después del plácido paseo, calentitos como agua de sol, en la espléndida casa de la finca, almorzando un sabroso rancho canario con un jalado de gofio, acompañado de “patatas sin mondar y salsa roja picante”, como diría un peninsular (o sea, papas arrugadas con mojo de la puta la madre, como diría un canario),” hígado adobado”, como diría un peninsular, (o sea, carajacas), “lonchas de cerdo asado”, como diría un peninsular (o sea, lascas de cochino asado), etcétera, y todo bien regadito con el exquisito vino de la viña de Alfredo. Y de postre, milhojas (milonjas o milojas).
Merceditas, su guapa y estupenda anfitriona, nos ofreció más tarde y a la hora de la merienda, por si nos habíamos quedado con hambre (gilorio,) entre guitarras, timples, folías, malagueñas y boleros, en una bonita cesta de mimbre unos bocadillos con pan de Telde y chorizos de Teror que a todos nos supo a gloria bendita. Y pensé, “qué forma tan sencilla y agradable de recibir a los amigos, y qué fácil es dar amor”.
Así es que ahí andábamos unos y otros, todos diferentes y cada cual con su personalidad, charlando, intercambiando opiniones, cuando en un aparte Alfredo y servidora nos pusimos a hablar de la existencia de Dios (ambos somos creyentes), de la vida disoluta de la sociedad de hoy, del pecado, de la confesión…, cuando en un canarión arranque mi amigo me soltó, “pues yo sí creo en el pecado y en la confesión, y como soy pecador y tengo una lista enorme de pecados, cuando voy arrepentido al cura le digo, “mire padre, nunca he matado ni mentido ni robado, así es que todo lo demás póngalo usted”. Y se quedó Alfredo con el mejor acto de contrición que servidora haya oído jamás.
Mientras, en el acogedor salón, alguna señora se peinaba (escarmenaba) después de la garujilla y otra se atragantaba (añurgaba, aunque lo correcto es añusgaba) con un sorbo (buche) de sangría, pero todos unidos celebrando con entusiasmo la oportunidad de encontrarnos de nuevo. Y unos y otros con nuestros problemas, pero como ya sabemos que “tener buena compañía da una gran alegría”, pues ahí andábamos el grupo (el rancho) pasándolo estupendamente (dabuten) y con un pellizco (pellizcón) de contento en el ánimo. Y añado yo que para qué problemas si ya conoces que el contrato que haces en el día que naces es que te vas a morir. La pena es que cuando empiezas a tener la experiencia y la sabiduría te marchas al otro lado (chacaritas, plataneras), y encima con la insatisfecha curiosidad de no haber podido saber más de la vida. Qué pena, penita pena…
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