Artículo publicado hoy, 22/12/2009, en el diario La Provincia/DLP


                                       DE TODO UN POCO
Donina Romero
                                     A BELÉN, PASTORES…
A Belén chiquitos,/ que ha nacido el Rey/ de los angelitos/. Así canta un famoso villancico que desde que comienzan las fiestas navideñas se escucha por todas partes, alegrando el corazón de niños y mayores y a lo que se suman los bonitos belenes (en mi niñez Nacimientos) en diferentes puntos de la ciudad. Y hoy no vengo de reflexiones filosóficas sino de ofrecerles un toque de humor para entrar con buen pie en estas fiestas. Con el paso del tiempo, los belenes continúan igual de disparatados, pero quizá sea esto lo que les hace originales. Servidora de ustedes no he visto aún, en los años que llevo a mis espaldas, un sólo belén cuyas figuritas decorativas estén entre ellas de acuerdo en tamaños, aunque afortunadamente este detalle de las proporciones les pase inadvertidos a los ilusionados críos. Por ejemplo, a veces los desmesurados pollitos suelen ser más grandes que la mamá gallina, los camellos más pequeños que los tres Reyes Magos, por un puente débil y pequeñito pasa una carreta enorme llena de animalitos y el conductor del carro diciendo adiós al gigantesco amigo molinero que se halla a la puerta del minúsculo molino que le llega por la cintura, un cactus erizado con una oveja encima ¿?, el pobrecito panadero venga a meter el pan (con la pala más grande que él) en el horno, venga a sacar el pan del horno, venga a meter el pan…y el dichoso pan sigue blanco y crudo a pesar de llevar más de un mes con el trajín y el mismo pan. La Sagrada Familia de tamaño mayúsculo (San José y la Virgen), miran arrobados a aquel hermoso Niño que nació con sobrepeso pero que para sus progenitores es fuerte y robusto como un roble, mientras la vaca y la burra se esconden detrás y encogidos de vergüenza por su tamaño liliputiense. Curiosamente, en otros belenes, los Padres del Niño Jesús están bien proporcionados, pero el Niño es tan diminuto y microscópico que habría que mirar con lupa para ver si está.
Y luego lo del peligro: cerditos (cochinitos) riscándose por una ladera llena de piedras y empinada (empenicada), sin opción a salvarse y que a su vez dicha ladera tiene plantada una palmera más grande que el Roque Nublo, dándole sombra a un espejo que imita un río con patos desmesurados, mientras los diminutos (gorgojos) patitos andan sueltos sin la vigilancia materna, unos p’allá, otros p’acá y cuidándoles un par de cabras gigantescas que como les den la lata los patitos les atacan sin avisar, el papá gallo que harto de tanto pío-pío se ha subido a las tejas de una casa que cae sobre un precipicio y que a ver cómo baja desde allí, el pobre. La hilandera pequeñita, con la rueca y el huso, sentada al borde del río con un pescador al lado de pie y de tamaño mayúsculo que como se le enrede el anzuelo y la tanza con la lana se forma la guerra de las galaxias, y junto a ellos un diminuto campesino bebiendo de un botijo (porrón) y sin invitar, una señora gigantesca peinándose (escarmenándose) y charlando (pegando la hebra) con otra chiquitita que cose sentada junto a un solitario camello que también está sentado y bebiendo (beberretiando) del espejo, digo, del río. Y encima la estrella que es más grande que el belén, aunque hablo de la que no tiene cola (rabo), porque si es de las que tiene, ni les digo. Todos los campesinos hacia el pesebre a rendirle culto y regalos al Niño-Dios, humildes, gozando de buena salud pero sin posibilidades de futuro. Así es que estos belenes ya no me cogen desprevenida y sé lo que voy a ver, aunque tenga que disimular delante de mis nietos para que conserven la ilusión del Nacimiento nítida y viva, pues además es un deleite para la vista de todos, chicos y grandes, y produce tanta ternura como un estante lleno de juguetes y peluches. Lo que aún me sorprende es que siendo todo tan disparatado, tanto los mayores como los niños (chiquillos) nos quedemos absortos con tanta belleza, con la admiración de la ilusión de quienes los construyen y que, ante esa admiración, le demos un sentido a la Navidad, porque es de lo que se trata: de recordar el Nacimiento del Niño-Dios, que vino a este mundo para redimirnos del pecado. Que tengan un buen día y una Noche Buena llena de paz.

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