Artículo publicado hoy, 16/02/2010, en el diario La Provincia/DLP


                                        DE TODO UN POCO
Donina Romero
                 NO SÓLO HAY QUE SERLO, SINO PARECERLO
De uno de mis últimos artículos, “Mira que hay gente callejera…”, una lectora me comentó que no estaba de acuerdo con el mismo porque ella era muy callejera, y le gustaba vivir la vida no solamente a tope sino igual o mejor que los demás mortales que poblamos este planeta tierra. Según ella, se vio reflejada en los dos casos que mencioné y le pareció que a pesar de la pérdida de los parientes que aludí en mi columna (la madre de una, y el marido de la otra), tales señoras tenían derecho a hacer un crucero la primera e ir al teatro la segunda a los pocos días de fallecidos estos seres queridos, pues para ella lo importante era seguir disfrutando de todo aquí, en este mundo, y que no creía en lutos, ni velas ni meditaciones ni rezos porque “un duelo no es lo que se aparenta ni lo que otros nos imponen”. Así que andaba la mujer disgustada y en desacuerdo con lo que yo había escrito en mi espacio semanal, y como todos tenemos un pronto intolerante hacia ciertas cosas y ella era tan humana como los demás, acepté su comentario porque entre otros asuntos me gusta la gente como ella, que tiene sus propias opiniones sobre el planeta Tierra y las defiende.  Le dije que consideraba su modo de pensar porque con respecto a mis artículos todas las opiniones me son válidas, pero también le comenté que la sociedad necesita ejemplos y uno de ellos es mostrar el comportamiento por el ser querido fallecido.
Continué exponiéndole que creía que existen muchos momentos en la vida para distraerse y divertirse, y que no pasa nada por guardar unos días en casa la ausencia, y que ni tampoco hacen falta el luto (yo sí lo acato por un breve tiempo, pero son mis reglas) ni velas encendidas, pero sí un miramiento, una deferencia que hay que sentir y demostrar. La señora continuó, con el guineo más acentuado, que tenía muy claro que la vida es para disfrutarla hasta el extremo y que no hay que cargarse de problemas. Hasta que servidora, cansada ya de aquella estrechez de corazón y de tanto “hay que disfrutar, hay que disfrutar”, le espeté con cierto mal disimulado humor (mala tiempla), “veo que para usted la vida sólo se basa en saborearla al límite, y no solamente igual sino mejor que los demás, según sus propias palabras”, ¿pero no sufre usted con Haití y el Tercer Mundo? ¿No se conduele usted con estas tragedias, con tantas miserias? ¿No lo demuestra con hechos y palabras?” Pero la mujer, erre que erre en sus respetables convicciones, rechazaba la tentativa mía por hacerle ver el otro lado del muro.
Tampoco es que yo tuviera toda la razón porque cada cual cree tener la suya, pero tal obcecación por “disfrutar y disfrutar” de la vida me pareció como una cierta tendencia a la obsesión, porque si ya “no debemos tener penas” y hay que echarlas por el desagüe (algo que no deja de ser inquietante), me parece que es como arruinar los sentimientos, perder la sensibilidad y casi dejar plano el cerebro: una caja llena de sorpresas y del que queda mucho camino por recorrer. Un buen amigo mío artista (pintor), a quien me une no solamente el arte (también yo soy pintora) sino los chistes que nos contamos hasta partirnos de risa, le hice este comentario y casi le da un colapso mental pues no entendía que haya gente que sólo vive “para disfrutar”. “Entonces -me dijo-, no puedo pintar un cuadro con un tenue atardecer y una mujer vestida de luto mirando al horizonte desde una ventana, porque público como ella no me lo compraría”. Debo añadir que creo innecesario comentar que hay mucha gente que piensa como mi amigo el pintor y como servidora de ustedes (que no estamos en posesión de la verdad), y que es evidente que otros no piensan igual porque, a Dios gracias, la vida es un camino ancho donde caben todas las opiniones, y el pensamiento terrenal no está aislado ni vive en un paréntesis cerrado, pero creo que siempre será tan hermoso reír como llorar: un maravilloso y especial sentimiento de nuestra condición humana. Que tengan un buen día.

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