Artículo publicado hoy martes, 22/03/2011, en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO

Donina Romero

EL PENSAMIENTO DE ROUSSEAU

Servidora hace ya mucho tiempo que dejé la época en que me buscaba a mí misma y le pedía explicaciones al hilo de mi vida y de mis emociones, mientras al tiempo meditaba sobre mi futuro y me dejaba llevar por la aventura del vivir. Era muy jovencita, vivía en mi nido de azúcar y no conseguía aceptar, casi con pertinacia, este mundo perturbado por el materialismo y el sexo. Ocurrió que entre mis manos cayó un día un libro de Rousseau, y no entendí al leerlo cómo podía decir que «la riqueza corrompe al rico por la posesión, y al pobre con la codicia, y que para él la felicidad no existía, porque era algo así como una mariposa, que cuanto más la persigues más lejos está de tu alcance». Según él, nada había perfecto y que las cosas sólo eran como nosotros queríamos verlas, pero que no eran reales. Mi joven mente se bloqueó ante tal negativismo y no me pareció, a pesar de ser Rousseau, acertado tal pensamiento, incluso creo aún que fue un ser amargado que no se conformó con lo que consiguió en vida, sino que aspiró a un mucho más que nunca le llegó.

No creo que todos los ricos sean corruptos ni todos los pobres codiciosos, y menos aún que no exista la felicidad, porque aunque nos venga a dosis pequeñas, existe. Que alguien de su categoría literaria tuviera tal pensamiento negativo, me ha hecho compararlo con otro del gran Charles Darwin, «la persona que se atreve a desperdiciar aunque sea una hora de su tiempo, no ha descubierto aún el valor de la vida». Y creo que Rousseau perdió más de una hora en escribir este pensamiento poco encomiable, al menos para mí. La riqueza, bien administrada, ayuda a vivir feliz, y más aún si con ella se socorre a los necesitados, pues ya sabemos que la mitad del total mundial vive por debajo del umbral de la pobreza. Que ya lo dice el refrán, «estarás contento en la mesa si repartes tus riquezas». Lo triste es usarla para drogas, orgías, bacanales y lujos desorbitados e innecesarios, porque ahí sí que la riqueza corrompe; pero que el pobre codicie un estatus mejor es natural, porque el mismo sol nos alumbra a todos y no creo que sea pecado ansiar tener mejor vida. Faltaría más.

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