Artículo publicado hoy martes, 12/04/2011, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
¿JURAR SI TENEMOS NUESTRA VERDAD?
Toda mi vida he considerado que la palabra de cada ser humano ha de ser creída y respetada siempre, y que así como para un escultor cada golpe debe ser preciso, así también tiene que ser la seguridad de uno mismo en lo que dice, en lo que expresa a los demás, sin esperar el reconocimiento o la creencia porque haya jurado una y mil veces para dar credibilidad al relato. He oído muchas clases de juramentos, pero quizá el que más me llama la atención es aquel que despreocupadamente testimonian algunas personas, sin luego necesitar bicarbonato para la indigestión. A mí, particularmente, este tipo de juradores me molesta más que un grano de arena en un ojo.
«Lo juro por todos mis muertos» es un juramento que no entenderé nunca, porque si ya están muertos, ¿qué daño material o físico se les puede hacer a los pobres fenecidos? Me imagino que será un estrago espiritual, o sea, que a sus muertos, si ya estaban felices en espíritu disfrutando de las glorias del Paraíso, los manden de un bolichazo a los infiernos por culpa de un locoplaya que en lugar de jurar por él mismo («que me parta una pierna», «que me ahogue en un jacuzzi», «que me risque por una ladera»,»que me quemen el coche», «que me salga una verruga en la nariz del tamaño de un garbanzo», etcétera), lo haga alegremente por unas ánimas que ni se acuerdan de él, o lo que es peor, que si el juramento es más falso que un diente de madera, los muertos, ya en el averno, y deseando que llueva un poco, porque no es un clima idóneo para vivir placenteramente, se enteren de que están allí, sin comerlo ni beberlo, por culpa del locoplaya, y muy cerca de la irritación se estén acordando, a saber cómo, de los vivos que aún le quedan al sujeto.
es un juramento que no entenderé nunca, porque si ya están muertos, ¿qué daño material o físico se les puede hacer a los pobres fenecidos? Me imagino que será un estrago espiritual, o sea, que a sus muertos, si ya estaban felices en espíritu disfrutando de las glorias del Paraíso, los manden de un a los infiernos por culpa de un que en lugar de jurar por él mismo (, lo haga alegremente por unas ánimas que ni se acuerdan de él, o lo que es peor, que si el juramento es más falso que un diente de madera, los muertos, ya en el averno, y deseando que llueva un poco, porque no es un clima idóneo para vivir placenteramente, se enteren de que están allí, sin comerlo ni beberlo, por culpa del y muy cerca de la irritación se estén acordando, a saber cómo, de los vivos que aún le quedan al sujeto.
Porque claro, «por todos sus muertos» quiere decir desde Adán y Eva, y menudo trasmallo es el tipo, que mandó al pelotón familiar a las tinieblas sin saber éstos qué había pasado, o sabiéndolo y queriendo tirárseles toda la tropa condenada a la yugular del fulano jurador. Y es que en estos denuestos u ofrecimientos gratuitos hay que dejar fuera a la parentela, que ya bastante tiene con haber dejado este mundo. Faltaría más.
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