Artículo publicado hoy martes, 30/04/2013, en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO

Donina Romero

HUSMEAR EN NUESTROS DATOS PERSONALES

Tengo una amiga, compañera de estudios de mi infancia y adolescencia, estupenda persona y con un carácter que es una piedra de sal, que se ha quitado tantos años de encima que casi yo soy su abuela (se lo digo y se ríe), porque según ella cuenta “se siente interiormente como si tuviera veinte años”, aunque siendo guapetona exteriormente observo que con cierto esfuerzo saca el pecho y mete barriga, que el rimel ya no le hace el mismo efecto en las pestañas, el cabello está algo mate y en las mejillas se le haya esfumado el rosa-alegría de su juventud. Pero aún así, ahí está ella siempre optimista intentando que nadie husmee en la intimidad de sus datos personales, evitando a toda costa que alguien descubra en su carné de identidad algo tan tremendo como la fecha de su nacimiento.

Juntas salíamos de una cafetería cuando un joven y gentil camarero se le acercó tendiéndole su carné que, descuidadamente, se le había caído al pagar a medias nuestro piscolabis. Mi amiga, de modo instantáneo como el nescafé, le preguntó preocupada si había leído su fecha de nacimiento, y el pobre asistente con una verdad sin boquete asintió tímidamente, continuando acto seguido con un “pero para el trabajito que le ha dado la vida, educar a sus hijos, aguantar a un marido y sacar adelante la economía del hogar, está usted como una chiquilla, y se lo digo de corazón”. Y mi amiga, aún ante ese espontáneo como ocurrente piropo, no pudo superar el tremendo oleaje de rabia que le subió por el rostro, y sin pensarlo dos veces le espetó no sin cierta acritud, “¿y usted qué sabe si la vida me ha dado trabajito o he vivido siempre tumbada en una hamaca al sol?” Acto seguido dio las gracias al fámulo y salimos de allí con el consiguiente refunfuño de ella quien, a pesar de que todas las mañanas practica en su casa el estado alfa de meditación en la postura del loto, hecha un barril de pólvora no aceptó la lisonja porque según me explicó abiertamente , el mozo la había llamado “vieja”, no por su físico, del que se siente muy orgullosa y con razón, sino porque por curioso (novelero) se enteró de su edad (somos de la misma quinta) y eso era una desconsideración que ninguna mujer puede perdonar. Y lo comprendí, porque mujeres y hombres evitamos que alguien a nuestro lado husmee en nuestro D.N.I, aunque estemos todos implicados en la epidemia. Faltaría más.

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