Artículo publicado hoy martes, 09/07/2013, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
AMIGOS Y ENEMIGOS
En algún sitio leí que “deberíamos tener a los amigos cerca, y a los enemigos más cerca todavía”. Y creo que hay mucho de cierto en este pensamiento, porque aunque la amistad es el tesoro más preciado que poseemos y una buena regla para conservarla es tener el corazón más blando que la cabeza, hay que tener los ojos bien abiertos y conceder a la amistad su justa importancia sin excedernos. Me contaba un amigo, que desde hace muchísimos años él y su mujer se reúnen semanalmente con un grupito de matrimonios íntimos, y que a pesar de la buena camaradería que les une a todos también tienen sus diferencias de opiniones, pero que nunca llega la sangre al río y saborean cada minuto de esa amistad como una vichyssoise. Se respetan, se quieren y se necesitan, porque entienden que la amistad es un tesoro que hay que cuidar. Y así estaban las cosas hasta que un día a mi amigo -dinámico organizador para salidas, cenas, viajes, etc.,- en un encuentro fortuito, un primo suyo al que hacía tiempo que no veía, le comenta lo solos que se encontraban, él y su mujer, pues no sabían hacer amigos y el mundo se les venía encima. Mi amigo les invitó generosamente a entrar en aquella confraternidad, y así pasaron 12 años llevándolos con devoción absoluta a todas partes, relacionándolos con gente de alto copete (un paraíso para ellos que solos no podían alcanzar), haciéndoles sentirse importantes, tratando de que fueran felices con su grupo. Dicen que la vigilancia y la paciencia son las armas de un buen cazador, pero mi amigo, dada su bondad para todo el mundo y sin ápice de picardía, no vigiló para cazar al traidor y así continuaron los años en lo que él creía una franca camaradería con su primo. Pero como el diablo tapa y destapa, de pronto se entera por alguno de sus amigos que su”amoroso” primo era el único que lo criticaba a sus espaldas, y que la envidia lo devoraba por dentro al ver el poder de convocatoria que tenía entre la hermandad, la gracia para contar chistes, la simpatía para relatar anécdotas, la benignidad con todos, la lealtad, la generosidad y que los amigos lo querían y siempre contaban con él para cualquier situación incómoda que se presentara. Aquella reacción negativa de celos, las críticas destructivas a sus espaldas, la bolsa de malas intenciones hacia todo lo que hacía o decía, lo hizo esclavo de la envidia, cada vez ambicionaba más socialmente y en lugar de agradecer hasta donde le llevó su pariente fue un huracán de tempestades que no soportó el éxito del otro. Y es que a veces las personas no parecen exactamente lo que parecen ser. Ay, qué pena, penita, pena…
Sumario: Con frecuencia vemos a gente que muerde la mano de quien le da de comer.
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