Artículo publicado hoy martes, 27/08/2013, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
BANCOS SACACUARTOS
Por las barbas de Neptuno que a mí no me hace ni puñetera gracia que ahora los Bancos españoles, según me comentan, se hayan inventado el primer cajero para niños, diseñados especialmente para sus pequeñas medidas (1,4 metros) que solo dan monedas y hasta el límite de la paga mensual de cada pequeñajo. Creo que esta locura es meter a los padres en un buen berenjenal ya que si a los “peques” se les acaba el euro en el cajero antes de tiempo (imagino que les durará menos que un helado en el desierto), les formarán a los papás una sinfonía de ranas y grillos exigiendo “aumento de sueldo”, con lo cual los progenitores quedarán ante tales peticiones como atrapados en un cepo o hundidos como el “Fefita dos” en alta mar. Y es que los niños de hoy son peores que la revolución francesa y absorben más que el papel secante, así es que los Bancos, sabedores del excesivo amor de los padres a los hijos y conociendo la arquitectura de sus corazones, aprovechan esta debilidad amatoria para inventarse otro negocio que, como todos los que inventan (empeñados en aliviarnos el bolsillo), funcionará una vez más.
Y tiene tela que algunos padres hayan aplaudido tal invento para que, según dicen, sus hijos no les den la lata semanalmente. Desde luego el mundo está cambiando demasiado deprisa y a este ritmo todo va a ser más complicado que un negocio de transportes de piano, porque hasta el paladar va a dejar de saborear un buen revuelto de champiñones y espárragos trigueros ya que me cuentan por ahí que acaban de aparecer sobrecitos de huevos en polvo y espárragos molidos, con lo que la alegría de comer alimentos naturales tal cual nacen de la naturaleza será un nostálgico recuerdo, porque no es lo mismo vello que bello ni Pepita que pepita, o sea, que “una cosa es cada cosa y cada cosa tiene su cosa”.
En fin, esperemos que estos cajeros infantiles, además de dar monedas acompañadas de música rockera, les hablen a los críos de sus deberes y no de los tan cacareados derechos y les respeten como a un muro de carga pues ya no tienen la ingenuidad de Bamby y -devastadores como son los niños y más difíciles que refilar un falso techo- no me extrañaría que les dieran patadas con su arrojo natural hasta molerlos para ver si caen (como en las máquinas tragaperras) las monedas en cascadas, porque a la edad infantil –que es capaz de todo menos de la posibilidad psíquica de trascender la barrera del tiempo, y que cuando ellos quieren pierden la gracia como el dedo de Dios en Agaete, después de la tormenta “Tropical”- no la pacifica ni un suavizante de lavadoras.
En fin, negocios de los sacadineros o sacacuartos: los Bancos. Espero que tales establecimientos bancarios no lleven a la práctica esta equivocada decisión y que los padres canten un hurra de victoria, aunque sus hijos, con sus quejas, hagan más ruido que pollos en una granja. Que tengan un buen día.
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