Artículo publicado hoy martes, 01/10/2013, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
LA LUNA EN NUESTRO ESTADO DE ÁNIMO
Siempre hemos oído, queridos lectores, que la luna influye de algún modo en nosotros y que cuando hay luna llena se producen inesperados fenómenos. ¿Alteran realmente nuestro estado de ánimo las lunas menguantes, crecientes, y nuevas, pero sobre todo la luna llena? ¿Verdaderamente controla la luna nuestro estado de ánimo? Supongo que incide directamente en algunos de nosotros, pero no creo que ejerza una fuerza potencial sobre la mayoría de los seres humanos. Se le atribuye ese poder a las cuatro lunas, aunque la luna llena es la que se lleva la palma.
Aunque he leído sobre tres importantes personajes que la luna llena ejercía una influencia de máxima intensidad de sus comportamientos cotidianos, me cuesta creer que a Abrahán Lincoln la luna llena le hiciera caer en profundas depresiones hasta no acudir, incluso, a las importantes sesiones de la legislatura del estado de Illinois, predominando en él la melancolía y cayendo en el más absoluto de los silencios. En cambio, el estado de exaltación del presidente de los Estados Unidos americanos Theodore Roosevelt, era el opuesto a Lincoln, convirtiendo con su buen humor la Casa Blanca en un circo, conversando continuamente y sin parar y entrevistándose con miembros del gabinete, jefes de departamentos, diputados, y ciudadanos, para luego irse a dar largas caminatas, nadar hasta agotarse o cabalgar hasta extenuarse y, a veces, las tres cosas juntas.
La luna llena también ejerció su poder sobre otro personaje histórico, Churchill, quien combinaba sus profundas depresiones con momentos de chispeante alegría, o sea, una inestabilidad anímica que siempre achacó a la influencia de la luna llena que, según él, lo obligaba a trabajar las 24 horas del día. Sea como fuere, servidora tengo mis dudas al respecto o al menos me cuesta creer en esta teoría de la interferencia de la luna llena que altera el equilibrio del mundo interno de nuestros cuerpos con síntomas como el insomnio, las palpitaciones, las depresiones, el cansancio, la tristeza, la irritabilidad, etcétera, pues creo que son los genes de cada uno de nosotros los más influyentes en nuestras variaciones anímicas antes que cualquier fuerza externa. Y o me lo he inventado yo: existen más de diez mil historias clínicas que apoyan esta teoría. Así es que ni luna llena, ni media ni menguante ni creciente, porque la fuerza lunar está particularmente dirigida a los enamorados, que son los tocados por la locura del amor cuando se aman a la luz de nuestro más cercano y romántico satélite. Vamos, digo yo.
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