Artículo publicado hoy martes, 17/12/2013, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
CASARSE VARIAS VECES ES MÁS DE LO MISMO
Decía el filósofo, fisiólogo y escritor alemán Friedrich Nietzsche que “el casarse es terminar una serie de pequeñas tonterías con una gran estupidez”. Pero veo que aún así muchos y muchas continúan con tendencia a tal imprudencia, y después de una traumática separación vuelven a la carga, buscando quizá en el otro/a una versión modificada del primero/a. Supongo que estas mentes, con cierta propensión a la fantasía, probablemente se distorsionan quizá por la imperiosa necesidad de compañía, algo que forma parte de nuestra naturaleza humana.
Acabo de leer que una conocida actriz española, a la que parece ser que por progresista y liberal los códigos morales le están pasados de moda, se ha casado tres veces y ahora ya va por la cuarta teniendo hijos de cada fracasado matrimonio, lo cual me abruma dado la falta de dignidad y lo “complacientes” que han sido los diferentes cónyuges, arrastrando además en sus bodas la convivencia con los hijos de los anteriores. Y me sorprende aún más que siendo ella una mujer dulce, de poquita voz y pequeñita como un bonsay (líbrenos Dios de las mosquitas muertas), se haya separado tres veces como si ella solita fuese un barco torturado por el oleaje porque, según sus confesiones, sus maridos eran hombres muy difíciles de carácter que no comulgaban con sus ideas, además de pertenecer cada uno de ellos a la cofradía del santo puño (agarrados para soltar las perras). O sea, arroja piedras a sus prójimos más próximos y pretende casarse por cuarta vez (¿será tonto el cuarto o le falta un hervor?) para encontrarse con más de lo mismo, ya que no creo que exista para ninguna mujer el hombre perfecto ni para el hombre la mujer perfecta.
Entiendo que tales aventuras matrimoniales sean un guiño coqueto en la vida de cualquier ser humano, y que casarse por tercera y cuarta vez signifique un evento de fiesta y jolgorio, sin percatarse de que es arriesgarse a tener una fuente de problemas sobre todo si arrastran hijos (ya se sabe, “segundas partes nunca fueron buenas”) y allá cada uno con su riesgo, pero matrimoniar por tercera o cuarta vez me parece, además de una locura, empalagoso como un merengue, y estoy convencida de que estos personajes adictos a las separaciones no duran en sus nuevos matrimonios lo que un estornudo, porque cuando ya viven la realidad exenta de azucarados, uno u otra actúan en la pareja como un pelotón de fusilamiento. Sobre el matrimonio yo diría, “uno y no más, santo Tomás”.
Y que no me convenzan de lo contrario, porque yo a esto de matrimoniar tantas veces le llamo cachondeo. Que tengan un buen día.
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