Artículo publicado hoy martes, 20/05/2014, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
CAER EN LA GUELDERA
Cuentan que sin salud no somos nadie, y esto es tan cierto como que el planeta tierra da vueltas, pero pienso y creo que no hay que perder el ánimo ni las ganas de vivir por ello, pues aunque la enfermedad es parte integrante de la existencia humana, si al corazón le habita la esperanza, de esos padecimientos de cabecera se puede desconectar haciendo que la vida sepa más a alegría que a medicinas, ya que llorar y sufrir no hace más que empeorar las cosas. Y es que como de la vida no vamos a salir vivo ninguno (caer en la gueldera uno detrás de otro), mejor pensemos que la misma es un regalo día a día aunque tenga una parte del caramelo que no nos gusta, aunque no así piensen algunas personas, como la penosa reflexión de un amigo, más largo de estatura él que una lista de boda y andando el hombre en los últimos años de la senectud, aparejados estos con diversas dolencias dado su estado de salud, tan delicada como una tela de organdí, quien en un arranque de falta de autoestima -yo diría que irreflexivo- nos dijo a los presentes con su escasa facilidad de palabra y su mal carácter (mal tabefe),”para vivir así, mejor morirme. La vida no vale nada”, lo que me deja atónita, callada y sin necesidad de anestesia porque tal cuarto de kilo de pensamiento negativo me daña como una sartén antiadherente frotada con un esparto de alambre (estropajo de verguilla), además de darme ganas de mandarlo a hacer vidrio soplado (asoplado, dice el vulgo).
Lo cierto es que la vida no es jugar a la piola, ni a la pídola ni al teje, ni tampoco a una partidita al envite, sino una auténtica jaira loca y enralada que tanto tira p’al risco como p’a los tomateros y nosotros en medio, porque el vivir no es un lecho de plumas y la mala salud, cuando viene, no es algo que se limpie con blanco-España y ya está, ya que este recipiente físico llamado cuerpo es como las papilas gustativas que reconocen inmediatamente lo amargo, lo dulce y lo salado, y además es tan absorbente con las enfermedades como una aspiradora o un desagüe sin rejillas. Así es que como está más que comprobado que los padecimientos quitan espacio al humor y no nos dejan respirar -además de dejarnos la cara fea como una fechadura vieja-, lo que hay que hacer es luchar contra ellos porque es lo único que fortalece…, y sin perder el sentido del gracejo, que siempre es un buen combustible para sobrellevar las penas y aliviar el ánimo, amén de la resignación que, unida a la fe, puede ser más agradable que una vela con aroma a vainilla. Y pensando siempre que mientras sigamos heridos es que no estamos muertos. Faltaría más.
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