Artículo publicado ayer martes, 24/06/2014, en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO

Donina Romero

EL DEPORTE NO ES PARA MÍ

La verdad es que servidora de ustedes nunca he tenido ningún interés por aumentar mis niveles de flexibilidad corporal, aún a sabiendas de que los ejercicios me activarían la circulación sanguínea si se adueñara de mí un estrés que me recorriera desde el cráneo hasta el coxis, como también sé que mejoraría el estado general de mi mente, pero, qué quieren que les diga, no puedo evitar sentir rechazo hacia todo lo que sea deporte, y eso que intentar lo he intentado, puesto que en varias ocasiones me he iniciado en la actividad física, pero he abandonado siempre porque prefiero la vida placentera y sedentaria: mi cómodo, comodísimo sofá, mis buenas lecturas, mi ratito (poco) de ordenador, mis maravillosas películas en blanco y negro, esculpir, pintar, escribir, coser, etcétera, que me producen una complacencia más agradable que un oriental masaje chin-yang, con toallita caliente y frotaciones en el cuerpo con bambú.

Creo firmemente que llegar a longevos, sanos y relucientes depende más de los genes que del deporte porque, por ejemplo, mi abuela materna Francisca, una buena mujer religiosa y de misa diaria, vivió hasta la friolera de 96 años, era de lo más casera que yo haya conocido nunca (en esto, como en otras muchas cosas salí a ella: soy la mujer más feliz del mundo disfrutando de mi hogar y no echo de menos para nada la calle), sus paseos siempre fueron de su casa a la iglesia (que la tenía al lado) y de la iglesia a su casa, donde allí se dedicaba a hacer bellos trabajos manuales que luego regalaba a la familia y amigos.

Y allí, en su acogedora casa, estaba siempre mi yaya, fuerte, vigorosa, sana como una manzana (menos en los tres últimos años de su vida, por una ligera diabetes que afortunadamente no la mortificó), y también allí me encontraba yo observándole su va y viene plena de vitalidad, y recordando ahora a la nana de una buena amiga mía, que caminaba todos los días arrastrando la chola con esfuerzo desde la Plaza de la Feria hasta el final de nuestra calle Mayor de Triana y viceversa, y se quejaba la pobre mujer de dolores como una gata pariendo. Y no es que servidora aconseje enviar al deporte a hacer puñetas, simplemente es que a mí, como a otros tantos seres humanos, no me va porque cuando lo he hecho ha sido tal disgusto como si se levantara el parquet de mi casa a causa de un desbordamiento de la bañera, o lo que es peor: siento que la vida me va a dar la baja prematuramente. Cosas mías, qué le vamos a hacer…

Página consultada 793 veces