Artículo publicado hoy en el diario La Provincia/DLP


                                            DE TODO UN POCO
Donina Romero   
                                     PACHORRA  Y  GARABATO
         No sé a ustedes, queridos lectores, pero a servidora siempre que oigo por estos lares alguna palabra en canario se me sube la flor de la bilirrubina, porque me gusta más que un cruasán recién horneado, ya que oír palabras o frases en canario se está haciendo más difícil que controlar el hambre, y porque al menos a mí escuchar nuestras cosas me hace tanta ilusión como conocer las pirámides egipcias. Y es que en medio de este mundo de locos, que cada vez más se está convirtiendo en un mundo insensible y frío como un congelador, mi corazón le da mis más expresivas gracias a momentos como estos que nos hacen navegar por el mar del buen humor, una facultad casi perdida. Por otra parte, hay a quien le gusta salir a comprar zapatos porque le parece entretenido como un puzle, pero a mí, además de aburrirme como un canto gregoriano me turba mi sendero mental, que siempre está metido en otras lides, y tal ocupación me lo encharca si no de tristeza sí de cierta contrariedad pues ni me estimula el día ni me produce júbilo alguno ya que a servidora pensar en las compras, de lo que sea, me hace salir corriendo como un conejo asustado.
         Y aunque salir de compras sea tan antiguo como Sócrates y a las señoras les conforte como un baño de sol al aire libre, a mí me resulta como la mordedura de un perro en una canilla. Así son las cosas, qué le vamos a hacer. Pero a lo que iba. Ayer, en una zapatería, andaba buscándome unos zapatos cómodos y de poco tacón, y mientras sentada me probaba un par que me había entrado por los ojos pero no así por los pies dado lo alto de la lengüeta, un señor a mi lado, delgado (revejido en c.), con un físico vencido por alguna dolencia y con gestos muy lentos, también se probaba su par de zapatos pero ayudado muy pausadamente por un largo calzador. La esposa a su lado, de aspecto peligroso como un yogur caducado, de pie y con otro par de zapatos masculinos en las manos, aguardaba con cierta tendencia a la impaciencia para entregárselos si aquellos no se ajustaban a sus pies. Pero viendo la mujer la exasperante lentitud del cónyuge, en lugar de demandar auxilio de la dependienta le espetó con voz de pájaro chirringo en plan canariona, llena de desasosiego y poniendo al descubierto su irritabilidad, “chacho, no seas “pachorrúo” y aligera que es para hoy, mi niño, que la pachorra te come por los pies”. Y a mí, que andaba metida en mi callada meditación sobre qué zapatos llevarme, me pareció que a pesar de que a la señora se le había escapado tal imprudencia, aquella salida tan espontánea, aunque de cierta rudeza, explicaba meridianamente su deseo de acabar cuanto antes con la latosa compra de los zapatos.
         Lo que vino a continuación me sorprendió aún más pues el “pachorrudo” marido, con la herida inferida a su amor propio, le contestó rápido en la reacción y en un diálogo “amoroso” con más “pachorra” todavía,”¿y qué quieres, que para no engrifarte compre cualquier par de zapatos y salga hecho un garabato?”, afirmando con ello y con una sonrisa su tranquilidad, además de dejar a su mosca cojonera más callada que un gato muerto. “Pachorra, engrifar, garabato…”  Hacía tiempo que no escuchaba las palabras engrifar ni garabato, y sobre todo ésta última relacionada con el mal vestir, así es que tal expresión en su respuesta me pareció no sólo estupenda sino un punto y final a la impaciencia de la intranquila mujer. Ya ven, queridos lectores, como en canario podemos entendernos perfectamente siendo además más fácil que decir, “that is the question”, por ejemplo. Ay, Señor, qué cosas…

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