Artículo publicado ayer, 08/09/2009, en el diario La Provincia/DLP


                                          DE TODO UN POCO
Donina Romero
                                              EL  PESIMISTA
          Alguien dijo que “un optimista nunca ve problemas en cada oportunidad, y que en cambio un pesimista nunca ve una oportunidad en cada problema”. Y es que siempre se ha dicho que un pesimista es un ser negativo, afligido, desesperanzado, agorero, triste, etcétera. O sea, alguien más complicado que un equipo de astronauta, casi siempre un llanero solitario al que evitamos como al sol del mediodía, y serio como un retrato pues hacerle reír inyectándole alguna dosis de optimismo es tan difícil como intentar que la cabeza llegue a las rodillas estando de pie.  Y aunque se suele decir que “quien tiene un amigo tiene un tesoro”, depende de cómo sea el amigo. Como ejemplo tengo una amistad masculina que, como pueda, se protege de la risa como un “after shave” de la irritación porque, según él, “la desmesurada risa que de leve causa procede, degrada al sujeto”, y tan frecuente como cursi comentario me coagula la sangre hasta desesperarme pues la paciencia  -que es sinónimo de triunfo-  no es mi fuerte y he de hacer esfuerzos sobrehumanos para no gritar como Chita, la de Tarzán, ya que para servidora de ustedes la risa es el remedio infalible a tantos problemas que nos depara la vida.
         Y es que cuando el pesimismo viaja constantemente por la sangre, refugiándose en una inmersión mental que no muestra ninguna señal o deseo de mejora, es preferible no intentar enderezarle la situación a tal amigo/a porque, entre otras cosas, ni somos Sigmund Freud ni estamos para andar constantemente brindando alegría a los demás, y menos a este tipo de personas con la inteligencia obstruida (tupida) y que son como un grillo amenizando la noche. Entiendo que el pesimismo nos puede venir a todos durante un tiempo al darnos cuenta, por ejemplo, de que nuestros encantos ya están oxidados, que con la faringitis crónica no estamos cómodos, que es una lata andar siempre con cuidado con las dichosas calorías, que hemos llevado una vida a medio uso, y ahora nos arrepentimos, que no hemos sabido darle la aplicación debida al cerebro, que nos hubiera gustado estar como una maraca (baifos), sin llegar a golfos (palanquines), en la juventud (pipiolillos), mandar a más de uno al carajo (a freír bogas al Toril), que las ilusiones no tienen edad pero ya pasamos de eso, que siempre estamos esperando una buena noticia y nunca llega…, en fin, inquietudes, sentimientos, aspiraciones… que son universales y a todos nos toca un trocito y por un período breve o largo de tiempo.
         Tampoco es que tengamos que vivir la vida siempre en clave de humor, pero lo que es inusual es acorazarse eternamente en el pesimismo como una puerta blindada con veinte pestillos (fechaduras), creer que esta vida no es para vivirla sino para sufrirla, ver sólo el lado destructivo de las cosas y encima pretender que los que te rodean disfruten de tu compañía como de una ducha de agua caliente.  Y es que unas gotas de amabilidad y sonrisa en tanta acritud son una cura para el alma del pesimista y, cómo no, para sus familiares y amigos que ninguna culpa tienen de ello. Y si el pesimista no tiene intención de ser amable y sonreír de vez en cuando a los demás, y sólo se regodea en su abatimiento, en su aflicción, pues oiga, que viva su penosa vida en solitario y haga como el marino, que sólo se halla contento sobre las tablas de su navío…, y deje a los demás descifrar papiros o lo que les venga en gana…, pero sin su pesimista presencia porque es como una grúa que nos cae encima, y ya bastante tenemos con este difícil juego que es el vivir para que además tengamos que aguantarnos al Fumanchú con su estado de ánimo. Que ya lo dice el refrán: “deberíamos tener a los amigos cerca y a los pesimistas todo lo más lejos que se pueda”. Aunque también existe otro proverbio que nos dice que “es preferible un pesimista inteligente que un amigo tonto de baba” (singuango, babieca). Sea como fuere prefiero al último, pues quien te hace reír sanamente te ahorra problemas y disgustos. Que ya lo dice el Corán: “quien hace reir a sus amigos es digno del Paraíso”. Que tengan un buen día y que Dios me los bendiga, mis hijitos…

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