Artículo publicado ayer, 20/07/2010, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
VITUPERAR (UNA OFENSA)
Como ya tenemos encima el verano y parece que pide sol y alegrías, les voy a contar algo que, cuando menos, espero les haga sonreír.
Hace tiempo tuve en casa a un fontanero la mar de simpático y alegre que no paraba de cantar “ansiedad de tenerte en mis brazos”, de Nat King Cole, mientras hablaba con cierto disturbio en el lenguaje pues además de poca cultura su tartamudeo hacía aún más ininteligible sus palabras. Después de casi cinco días en casa y ya metidos ambos en confianza, llegó una mañana desencajado y con un claro mal humor ya que, según me contó, venía de la casa de su vecino Manolito que andaba desesperado y neurasténico porque las goteras que tenía en el techo de la cocina se le iban a hacer boca de pozo si Ervigio, mi fontanero, no lo arreglaba cuanto antes.
Parece ser que el tal Manolito nunca había sido garbanza del puchero de Ervigio, entre otras razones porque el primero siendo hijo de una chicharrera era un forofo del Club Deportivo Tenerife y Ervigio más forofo aún de la Unión Deportiva Las Palmas. Así es que protestando airadamente el tal Manolito por su tardanza en arreglarle las cañerías y añadiéndole que a poco más su casa se convertiría en el Diluvio Universal, mi fontanero, sintiéndose ofendido, le contestó igual de airado que se buscara a otro porque además él no trabajaba para bandidos.
Manolito, ante tal insulto y más caliente que la puerta de un horno, le contestó que a él no lo vituperaba nadie, con lo que aún puso más calentón al pobre de Ervigio que ya se cogía las vigas del techo de la rabia. Y fue ahí cuando se destapó el secreto que tantos años venía guardando Ervigio contra su vecino, contestándole, “¿y…y usté no viii…vituperó a mi…a mi…a mi santa maaa…madre cuando la dejó con el aaa…ajuá bordao y to jecho, paaaa…pa casarse con Caaa…Calmelita?” A lo que le salió Manolito con un, “¿y ahora vienes con esas, muchacho? El noviazgo es un conocimiento entre dos personas y si en el trato aparece el desconocimiento, pues mejor es dejarlo y ya está, mi niño”. Ervigio, furioso, atacó, “uuu…usté looo… lo que no tenía senti…sentiiimientos y sí un jooo…jocico que se lo piii…pisaba. ¡Y amás, uuu…usté no es mi paaa…padre pa decirme cómo teee…tengo que hacé las cosas de la fon…fooon…fontanería y a mí noo… no me vitupera ni mi agüela!”
Total que le deseó al tal Manolito que se le inundara la casa, que siempre tuviera problemas con las tuberías y que no encontrara nunca quien se la arreglara para que supiera lo que es dejar a uno en la cuneta, como hizo él con su santa madre, con lo que el vecino le espetó que estaba claro que aquello era una venganza y qué le venía a Ervigio lo que había pasado entre su madre y él, a lo que ya Ervigio, más cortante que una cenefa central en una pared y menos fino que una porcelana de Limoges, se dio el lujo de contestarle, “¡Pooo…pos mire si me va y me viii…viene, que mi maaa…madre se casó con mi paaa…padre que era gaaa…gago perdío, y asín salí yo!” “Pues lo siento Ervigio, mi niño”-le contestó aturdido Manolito-, ante lo que mi fontanero le gritó, “¡eee…eso se…se dice faaa…fácil, Maaa…Manolito, pero me “ca…”en to sus muertos por no haberse caaa…casao usté con mi maaa…madre, porque yo ahora sería feo como uuu…usté, pero no gaaa…gago, concio!” En fin, que por lo que se ve fue una conversación más seria que la ceremonia del té. Ay, Señor, qué cosas…
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