Artículo publicado ayer, 20/10/2009, en el diario La Provincia/DLP

                                        DE TODO UN POCO
Donina Romero
                               SER HOMBRE, QUÉ SUERTE
         No crean, queridos lectores, que el título de este artículo signifique que a servidora le hubiera encantado nacer hombre, pues yo estoy feliz con mi útero y los tres hijos que compartieron conmigo, desde la concepción hasta el parto, mi condición femenina. Pero ocurre -sin ninguna clase de duda y a pesar de ser pacifista desde que gateaba- que me parece injusto que la naturaleza (o tal vez esta sociedad) se tomara la libertad y la resolución casi imperativa de poner una barrera entre ellos, los hombres, y nosotras las mujeres en lo que a estética se refiere. Y conste que no escribo esto desde la ira ni desde un orgullo mal colocado, pero es que es increíble cómo en esto de la estética los hombres dejan sus problemas en el paragüero y no sólo a muchos les da igual estar calvos (dígame usted ver a una mujer calva, qué horror), barrigones, canosos y con gafas, sino que además nos resultan “interesantes”. Por ejemplo, un señor con un caballete en la nariz que parece el Roque Nublo lo hace estupendo (chachi), mientras una mujer se pasa la vida acomplejada hasta que no se la opera. Ellos no tienen que camuflar su auténtica imagen con tintes en el pelo blanco como el azúcar, porque en los hombres las canas son “interesantísimas” (aunque algunos hay que se las tiñen, lo cual me parece bien porque también deben cuidarse); no hacen dietas rigurosas, ni meten vientre (barriga), ni cambian las cómodas gafas por incómodas lentillas porque los señores con gafas son “interesantísimos”. Qué tontos los “metrosexuales” que no saben en qué mundo de sacrificios se están metiendo por ir de presumidos (echones, fachentos) en esta loca sociedad actual.
         Está claro que la madre naturaleza nos hizo diferentes y a lo largo de la vida y de la historia hemos caminado en distinto ritmo, incluido el de la moralidad, pues si en otra época en ellos la conquista de las faldas era de “machitos”, en algunas mujeres algo liberales o muy generosas con el primer pantalón que se les presentaba, era calificado de “pendonas o más relajonas que un bienmesabe (cabras). (Las demás estábamos sujetas a la vigilancia de nuestras madres y la de nuestras conciencias). Y hasta hace unos pocos años la vida de las féminas transcurría tan aburrida como una película sin diálogos, mientras que la de los caballeros siempre tuvo “momentos festivos frecuentes y liberales”, o sea, que cuanto más carajo la vela y con ojeras de trasnochador, más machote y atractivo a los ojos de las damas.
         Por otra parte, me asombra ver a hombres, maduros y feos como una casa sin albear, gordos (pasturas), encogidos de flacos (enguirrados), viejos (carracas del Puerto), con una seguridad personal pasmosa mientras los quirófanos (menudo negocio) se abarrotan de mujeres inseguras a quienes se les ha fugado la juventud y tambalean sus miedos como quien no tiene el pie marino y marea en barco, asustadas de su cercana vejez como pajarillos buscando asilo entre las ramas de un laurel de Indias, como si la vejez o decrepitud fuese un viaje hacia el horror o más feo que disimular un agujero en la pared con masilla y arena (aunque en verdad sea como una descarga eléctrica de alta intensidad).Y es que hasta para eso los caballeros tienen suerte, pues en esto de las mujeres a la búsqueda de la juventud mucha culpa la tienen los anuncios publicitarios de la tele que, sobre este tema, van todos dedicados a las féminas que caen como moscas en lo que para ellas es la miel, y ahí están, sacrificadas y sufridas para estar guapas y gustar, mientras los del “sexo fuerte” (je, je), aún en su declive físico y tan antiguos como las pirámides, no cambian el look y continúan creyéndose niños montados en ponis, con anhelos terrenales románticos, como una cena con velas a la luz de la luna, y reservando sus hurras para mujeres más jóvenes y tiernas como un croissant, que maldito el caso que les hacen… “si la billetera no está repleta”. Que tengan un buen día y que Dios me los bendiga, mis hijitos.

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