Artículo publicado ayer, 21/07/2009, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
DE SOPLADERAS, FONILES, CARTUCHOS…
Trae servidora de ustedes una semana reflexiva que en lugar de reforzarme los capilares y descongestionarme la piel, me está dando motivos más que suficientes para que se me descolore la sangre y me halle muy lejos de un cuerpo a estrenar. Y es que esto de pensar -que dicen que quema entre 0,028 y 0,040 calorías por minuto- sin resultados, cansa como subir diez pisos sin ascensor. Y viene esto a cuento porque dicen por ahí que no hay mejor profesor para un niño que otro niño, aunque esta aseveración se me queda flotando en el aire cuando pienso, con la mente entumecida por la pena, en esa marcada inclinación de los “peques” isleños en olvidar nuestro modo de hablar canario. Ante esto quizá debería sentirme comprensiva y transigente como recién salida de unos ejercicios espirituales, pero creo que tengo motivos más que suficientes para la irritación ya que de verdad que se me sube la tensión arterial, aún conectando el piloto automático de la serenidad, cuando escucho a estos chiquillos canarios decir “globos, embudos, cerillas, bolsas, cubo, medusas…”, etcétera, con toda tranquilidad y con unos progenitores al lado que ni se inmutan ante tales expresiones peninsulares. Y es que no puedo anestesiar el dolor que me produce la desnutrición cerebral de estos padres jóvenes que, además, no cesan de hablarles a sus retoños con cierta rigidez en el idioma, evitando nuestras modalidades como si de una prenda ajustada que les dificulta la circulación se tratara, y como si ser canario fuera no ser español. Porque vamos a ver, no creo que sea tan ininteligible decirle a un niño en canario, “chacho, no seas pejiguera y déjate de sobar el pan, que lo vas a desborrifar”, por ejemplo, en lugar de “niño, no seas impertinente y déjate de manosear el pan, que lo vas a desmenuzar”. ¿No es lo mismo acaso? ¿Entonces, a qué viene tanta machangada peninsular?
Da la impresión de que nuestros modismos y localismos fueran hoy más incómodos que un espejo empañado y que solamente desean dejarlos aparcados por los senderos del recuerdo, pues no sólo no dan un paso defensivo hacia ésto sino que si les hablas de “sopladeras, foniles, fósforos, cartuchos, baldes, aguavivas…,” etcétera, se quedan como si les hablaras en arameo o de la estructura dinámica de los átomos, o sea, con unas alucinaciones auditivas que les provoca conmoción y para entenderlo tuvieran que meditar cada palabra por el rito budista. Y digo yo que hablar con nuestros correctos y hermosos giros y expresiones, con toda su carga semántica, no es hacerlo desde la incultura con lastimosas palabras como “bujero, silbiar, concencia, indiciones, furbo, ansina, intierro…” o penosas frases como por ejemplo, “arrejálate pallá, que estás jediendo” o “voy a prevechá que está anocheciendo p´a dirme” o “tú que vienes gacho porque argo malo jicite” o “se va porque quiere, porque naiden lo arrempuja”, y un largo etcétera de lo que fue nuestro pobre conocimiento lingüístico, porque ser canario y hablar en canario (una fuente de gozo) es ser español de primera ya que hoy somos un pueblo culto, pero no significa que gracias a esta cultura que hoy tenemos tengamos que olvidar nuestras raíces dialécticas y que nos resbale como una bolita de mercurio por la espalda echándole encima la calima espesa porque, que yo sepa, fósforo es tan correcto como cerilla, verguilla lo es como alambre, cartucho como bolsa, tina como bañera, alongarse como asomarse, cachimba como pipa, balde como cubo, roscas como palomitas… En fin…, canarios sí, y cultos y preparados también, pero sin olvidar nunca nuestra estupenda idiosincrasia, porque si nos despojan de nuestras raíces y de nuestra historia, al final sólo seremos como un rebaño de ovejas bailando al compás de otros, y la verdad, espero que a ninguno de nosotros “se nos vaya el baifo” y nos dejemos “coger la camella”. Que tengan un buen día y que Dios me los bendiga, mis hijitos…
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