Artículo publicado ayer martes, 30/09/2014, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
BUENOS Y MALOS AMIGOS
Hace unos días comentábamos, un pequeño y entrañable grupito de amigas, que qué difícil ha sido siempre poseer buenos e íntimos amigos, aunque sean pocos, que demuestren generosidad en los sentimientos hacia la amistad que se les brinda y que las más de las veces sólo regalan anestesia afectiva o no están ahí cuando alguna dificultad o alegría en la vida nos visita.
Sinceramente creo que malos amigos no puede haberlos, porque si fueran “malos”, ya no serían amigos sino enemigos. Los buenos, únicos y auténticos amigos están siempre en los momentos prósperos, lúdicos y festivos y, cómo no, en la adversidad, que ya lo dice el refrán, “una buena amistad sin demostraciones es una amistad muerta”. Entiendo que cada persona es única y singular desde el momento que nace y que cada uno tiene un concepto subjetivo de la vida, pero considero que lo que es común a todos los humanos es el sentimiento y el significado de la amistad.
Tener un par de auténticos amigos es más difícil que encontrar espacio para los zapatos o enhebrar el hilo de un carrete (canutillo) en un alfiler, pero haberlos haylos (al menos servidora presumo de ello), y vienen como el mar llega a la orilla, sin estridencias, suavemente, manteniéndose fieles, contentos de tu felicidad, de tus éxitos, de tu bienestar e infundiendo fuerzas cuando la vida ha dado al otro un revés, manifestando con transparencia y con su inestimable compañía que están ahí prestando la ayuda necesaria, guardando los secretos como un perro de presa, defendiendo al amigo con la palabra y la actitud, sin medir las horas en el tiempo de la compañía cuando se les demanda como amigos ante cualquier avatar.
Los otros, “los malos”, amigos, también llegan a veces con una dulzura falsa como la sacarina, pero por suerte al poco se destapan peligrosos y decepcionantes, sumergidos en celosos sentimientos que solamente afloran cuando creen que el otro les ha perturbado la paz con algún problema pidiendo ayuda o con una muestra de superioridad intelectual, artística o laboral, y así enseñan los dientes del lobo que llevaban dentro. Pero cuando se les descubre, ya no vale por su parte la negación de la evidencia ni las explicaciones intentando arribar de nuevo a aquel puerto seguro, porque la mala amistad también caduca como caducan los alimentos.
Y ya remitido el dolor de la decepción, desencantado del mal amigo, la liberación, por fin, huele a rosas y se piensa que afortunadamente aquella amistad fue tan sólo una pompa de jabón inmerecedora de la buena y honesta camaradería que desinteresadamente se le ofrecía. Que ya lo dice el Corán, “el que no aprecia la amistad no la merece”. Que tengan un buen día.
Página consultada 851 veces