Artículo publicado el 02/10/2007 en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
VIVIR NO ES UN CUENTO DE HADAS
Tampoco voy a decir aquí que el vivir sea una perenne alegría desbordante porque con él vienen los miedos, las dudas, el desamor, la soledad, la búsqueda, la enfermedad (un verdugo miserable), el hambre, la incultura, la envidia, la avaricia, conflictos constantes y mil y una dificultades que no hacen precisamente feliz la existencia. Pero todo ello pertenece al mundo en el que vivimos y hay que aceptarlo sin derecho a reclamar, porque así es y así será por los siglos de los siglos. Amén. El mundo tiene muchas miserias, pero también muchas esperanzas que son casi el lubricante de la vida. Sobre la esperanza, y para no ponerme tan seria -ya conocen mi sentido del humor-, les voy a contar una simpática historia que leí por ahí, sobre una pareja de ancianos con las carnes más flojas que un queso tierno y enfermos que, un día por la radio, escuchaban interesados los consejos de un afamado curandero. Este hombre decía, con absoluta convicción, que la mente es tan poderosa que puedes conseguir todo lo que quieras con sólo albergar la esperanza y desearlo ardientemente. Pedía a los oyentes que, para conseguirlo, tenían que poner una mano sobre la radio para oír las vibraciones de su voz, y la otra mano en la parte del cuerpo que sintieran enferma.
La anciana, crédula y arrastrando las zapatillas (cholas en canario), se llegó con dificultad hasta el receptor, colocando una temblorosa mano sobre el mismo y la otra sobre su artrítica cadera. Viendo su anciano esposo tal actitud de férrea creencia y esperanza, hizo lo mismo, pero colocando una mano en la radio y la otra sobre su bragueta. Observando esto su consorte, con cierta acritud le espetó, “idiota, el curandero dice que curará a los enfermos pero no que resucitará a los muertos”. Pero como dice un antiguo refrán, “la esperanza nunca se pierde”, y desde luego, los hombres, prefieren perder todos los dientes antes que la simiente. Pero a lo que iba. Decía Leonardo da Vinci que “el que no aprecia la vida no la merece”, y es que aunque el mundo es un grano de arena en el espacio, en él está la vida y de ella debemos disfrutar, pues como tanto repitió Joe E. Louis, “sólo vives una vez, pero si lo haces bien, una vez es suficiente”.
Desde luego que la vida no es un cuento de hadas y siempre habrá en ella grietas empapadas de sombras y, a veces, laberintos de desalientos y orfandades espirituales y afectivas, un latir sin latidos, una gavilla de sufrimientos…, o para decirlo menos trágico, la vida no es sólo lo que nos gusta, porque no es precisamente cómoda como una hamaca con brazos, además de ser variable como una funda de quita y pon. Y no es que servidora le esté echando agua al vino, sino simplemente reconociendo que es un mosaico fragmentado de muchas experiencias y una lenta ruta hacia lo inexorable. Al fin y al cabo, la vida es un juego surrealista que casi nadie entiende, pero donde cada uno de nosotros somos una gota de aceite en el engranaje de esta extraña máquina. Por ello hay que mostrarle una actitud combativa agrupando los corajes para salir adelante, porque también tiene tanto de bueno y de atractivo que, en este breve existir, deberíamos ponerle las notas de una marimba a la esperanza, siempre a la esperanza, y vivir las ilusiones, la risa, el amor, la amistad, la familia…, con la misma alegría con la que comemos la pulpa de una refrescante sandía una tarde de agosto. Porque si no fuera así, haber nacido no tendría sentido. That is the question.
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