Artículo publicado el pasado martes, 01/03/2016, en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO

Donina Romero

AMAMANTAR EN PÚBLICO

Me cuentan que hace bien poco, en la Alhambra de Granada, esa bella ciudad palatina andalusí rodeada de un conjunto de palacios, jardines y fortaleza, dentro de la misma Granada, una pareja de jóvenes turistas con su bebé de pocos meses en su cochecito, paseaba entusiasmada por tanta belleza a su alrededor hasta que el pequeñín comenzó a berrear con todos sus pulmones exigiendo su alimento, así es que la preocupada mamá, de forma natural, sentose en uno de aquellos bancos decidida a sacar su glándula mamaria (vaya, la teta en cristiano) para ofrecerle a su retoño la manduca con todo el amor. Y ahí andaba ella con el seno al aire y su lindo bebé succionando tan ricamente su nutriente alimento vitamínico, cuando se le acercó un guardián con cara de monje tibetano pero con ciertas dotes de mando quien, con cierta imprudencia en el tono de voz, la instó a que rápidamente se cubriera aquella “devastadora visión”, expulsándola de allí en lo que el gato se arranca un pelo y dejando a la asombrada muchacha hundida como una galleta María en un café con leche.

Me costó trabajo entender esto, sobre todo que ocurriera en este siglo descarado e irrespetuoso, deshonesto, escandaloso y pecaminoso, en este siglo donde chicas casi adolescentes, y que hace poquito han dejado de rezar “cuatro esquinitas tiene mi cama/cuatro angelitos que me acompañan”, pasean indecentes por las calles sus escotes de vértigo, sus minifaldas con los muslos al aire, luciendo la desnudez absoluta de sus pechos en las playas sin ningún rubor, demostrando que les gusta esta inmoralidad más que a un lagarto una piedra caliente y pasando de los códigos morales.

¿Cómo es posible que el acto maternal más hermoso del mundo y más antiguo que el Paraíso Terrenal, sea prohibido tajantemente con tal rudeza y dejando a la pobre mamá en tal aprieto? Y aunque este acto choca con mi moralidad y mi timidez y yo no lo haría, en el hilo de mi vida y de mis emociones jamás había oído semejante memez que, además de helarme la sangre, me ha indignado sobremanera, porque no quiero ni imaginar que la Dirección de La Alhambra piense que tal “exhibición” es un pecado, ya que lamentablemente hoy el pecado se arrincona porque ya no está de moda.

Creo que el señor guardián debió confundir la gimnasia con la magnesia pensando que “aquello” era peor que el Diluvio Universal. No es excusable. Y añado que reprimendas injustas y vergonzantes por este motivo no deberían ocurrir jamás, pero sí, cómo no, llevando esta acción hacia esas jovencitas que ponen de manifiesto su inmoralidad en cualquier lugar, incluso en las iglesias, donde triste o cobardemente nadie es capaz de llamarles la atención a semejante escándalo. Ay, nuestra limitación humana…

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