Artículo publicado en el diario La Provincia/DLP el 04/12/2007.
DE TODO UN POCO
Donina Romero
LOS HORÓSCOPOS
A mí esto de los horóscopos me parece tan fantástico como llegar en caballo a Lanzarote, y me apena que gente necesitada de un mejorado centro de gravedad, de un equilibrio, abrigue la esperanza de que la semana -según le dice la sección de horóscopos en la prensa- “le traerá estabilidad laboral, la suerte le será propicia, triunfará en lo que se proponga, le llegará un acontecimiento inesperado, acudirá a muchos eventos de carácter social, posiblemente hará un viaje a Disney-World, el amor aparecerá haciendo realidad sus deseos, la salud brillará, su íntima amiga le dará una alegría, su casa tendrá esta semana un aroma agradable gracias a los positivos espíritus que la protegerán y hará una visita a algún lugar especial”. En fin, todo más exagerado que una novela de ocho tomos. También sabemos que la sana curiosidad no es pecado y que a quienes creen en ellos les parecerá tan bonito como una cesta llena de perritos recién nacidos, aunque los horóscopos sean un manojo de ideas e ilustraciones de donde no puede salir el futuro pero tienen la habilidad de meterse en todos los charcos del alma. Este tipo de gente ingenua traga el anzuelo de quienes pretenden adivinarle los sucesos de su vida y la sagitario, por ejemplo, confía en esa semana maravillosa quedando colgada de la historia y esperando que cada minuto próximo le traiga lo que han predicho tales observaciones que alcanzan el punto más álgido de la necedad (totorotiada en c.).
La sagitario cree que ha entrado en el mundo maravilloso e inquietante del misterio, así es que el entusiasmo no le deja ver el lado oscuro, la mentira (trola) e imagina, placentera, la fiesta de esos días, con lo cual se queda con el corazón lleno de hurras. Pero como mentiras y olas nunca vienen solas, lo inveraz de los horóscopos queda al descubierto cuando a la pobre sagitario le cae una semana de lo más decepcionante: la suerte no le ha sido propicia pues se ha cogido una gripe con cuarenta de fiebre, ha pedido la baja laboral por enfermedad, los eventos a los que acude son la consulta de su médico de cabecera, sus deseos amorosos se manifiestan en una trifulca con el marido, el acontecimiento inesperado ha sido la visita de la suegra, la íntima amiga le retira el saludo, el viaje a América ha sido a Vecindario a ver unos azulejos para renovar el cuarto de baño porque se ha roto la cañería y la visita a ese lugar especial es el cementerio (plataneras, chacaritas) a despedir a un tío carnal que ha fallecido víctima del atropello de un autobús (guagua), con lo que habrá necesitado un ejército de salvación para liberarla del histerismo (reconcomio).
“De lo que ves créete la mitad, de lo que no ves no te creas nada”, dicen por ahí. Pero en el fondo todos somos algo crédulos y siempre andamos esperando una buena noticia de la vida que nunca llega, porque la vida (y no nos damos cuenta) es noticia en sí misma. En fin, que no hay que esperar cosas del destino, porque el destino sólo ayuda a quien ayuda al destino, y de la misma manera que a ciertas edades ni bebiendo almidón se coge apresto, los horóscopos son una garba de palabras hermosas, pero sólo un juego y más bluff que una moldura de corcho. Lo mejor es no creer en esa música de violines o sinfonía de ranas que comprime el cerebro, lo atonta (abatata), lo atasca y le da sobresaltos como ir en coche por una calle empedrada, porque es tan falso que no merece la pena leerlo ni escucharlo. Así es que por mucho que a usted se le avive la curiosidad por esta llovizna (garujilla) de cosas, tómelo como algo lúdico pero sin dejar que entre en sus redes neuronales (tino) esa encendida verborrea, ya que corre el riesgo de tambalearle su mente que, a la larga, terminará demandando auxilio. Qué mundo éste.
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