Artículo publicado hoy martes, 04/12/2012, en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO

Donina Romero

EL LENGUAJE PROCAZ DE HOY

Nunca he militado en las filas del silencio cuando algo me revuelve las tripas y hoy, a mi edad, que ya no apresuro mi paso por la vida porque me parece más mágico frenarlo, quiero detenerme para censurar el lenguaje tan procaz que hoy se utiliza en los jóvenes (y no tan jóvenes), y espero que estas palabras mías no resbalen por encima del que me lee, aunque no sé si sabré reflejar este problema como yo deseo. Lamentablemente no entiendo cómo esta sociedad de ahora ha llegado a degradarse tanto en las buenas costumbres como con el idioma. Me siento realmente hastiada de este modo de comportarse y de hablar de muchas personas que son incapaces de mantener una charla sin hacer uso de un bombardeo de palabrotas obscenas que resultan imposible de escuchar.

Alguien me dijo oyendo mis lamentaciones que “por qué me asombraba de tal vocabulario si es así como hoy habla la gente”. Le contesté sin salir de mi asombro que me parecía un lenguaje barriobajero, una locución zafia e insultante, como una descarga en el pecho o un pistoletazo a nuestras terminologías, a nuestro léxico, del que alejando cualquier sombra de duda considero como uno de los más bellos del mundo, contestándome, “así es, porque es realista y la juventud sincera”.

Desde luego no era mi deseo entrar en polémica, pero opiné, para mostrar mi disconformidad, que este empleo constante de vocablos malsonantes me resultaba además de obsceno innecesario. No sé a ustedes, queridos lectores, pero a mí me parece que este lenguaje soez creo que sólo sirve de desahogo psicológico para cierto tipo de personas, pero para el educado ciudadano de a pie que se educó desde niño en una familia que respetaba las buenas formas, oírlo es como sufrir una enfermedad que asombrosamente viene adquiriendo proporciones increíbles. No, no me gusta esta forma de tratar nuestro idioma, me molesta profundamente este modo ordinario de hablar, aunque crea que tal manifestación sea culpa de una gran carencia cultural. “Hablar bien y dar buenas respuestas, mucho vale y poco cuesta”, dice el refrán. Y a mí ya se me arrima el cansancio de tanto que me duele no escuchar violas y violines en nuestro hermoso idioma. Ay, qué pena, penita, pena…

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