Artículo publicado hoy, 14/10/2008, en el diario La Provincia/DLP

                                                        DE TODO UN POCO
Donina Romero
                                             ADIÓS, MI ESPAÑA QUERIDA
         Continúo desconcertada y sorprendida a pesar de concentrar todas mis fuerzas por entender a esta España nuestra que siempre se mantuvo alerta con respecto a la moral y las buenas costumbres. Aquella España de antes me producía un intenso sentimiento de serenidad, y la vida, libre de los riesgos de hoy -broncas, tirones de bolsos, perdidos los valores morales e inmoralidad distraída en el vestir y en el ser, etcétera-, nos franqueaba la entrada a la seguridad. Entiendo que España es según el ojo del que la mire, pero, por las barbas de Neptuno, a mí particularmente me recorre un ligero escalofrío esta exagerada libertad, este olvido de aquella España que fue tan maravillosa como unas vacaciones sin riñas familiares y que tan bien cantaba el gran Juanito Valderrama. (Aunque aquí hago un paréntesis con un afectuoso recuerdo para aquellas víctimas de la injusticia de la dictadura).
Pero a lo que iba. Desde luego no conozco ninguna fórmula rápida para superar esta tristeza y tampoco creo que la tila me pueda ayudar a estabilizar este sentimiento, porque a esta España nuestra, sin ningún freno moral y en la que vivir se ha hecho más difícil que compartir un armario de dos puertas y con más problemas que un libro de matemáticas, ya no la arregla nadie, porque de continuo vive metida en un susto como el de un pez de río en la boca de un oso y nada tiene que ver ya con la España maravillosa de entonces, perfecta como un sancocho en su punto y que se ha ido desvaneciendo lentamente como una puesta de sol. Anda que estoy yo hoy con las comparaciones…
         Pero volviendo al cogollo del meollo. Y es que a pesar de que tomo todos los días un sorbito de raspadura de memoria para aclararme las ideas, no logro entender cómo en tan poco tiempo a este querido país nuestro, acogedor como una funda nórdica, le está rozando siempre la rabia y andamos todos con el ombligo echado para afuera de la hernia que nos hemos cogido de tanto llorar. Sí, porque entre tantos atentados, atracos, drogas, sexo, desmadres, mujeres asesinadas a manos de sus maridos, pederastia, y un largo etcétera, andamos los españoles desorientados y como buscando un palo de gallinero donde encaramarnos para que nos dejen en paz, porque ya está bien de políticos que hablan de esfuerzos por arreglar el país sin resultados positivos, y ya está bien de ofrecernos seguridad ciudadana cuando vemos que la cosa va a peor y que ya tiene demasiado vinagre en su organismo esta España, llena de fisuras y con el corazón rebosado de aristas.
         Y es que tiene tela que aquella España nuestra católica de siempre, de una moral más fuerte que una cerradura antirrobos, con una alegría en estado de ebullición, desbordada de felicidad en sus calles y plazas, se nos haya quedado más triste que un luto por una madre por culpa de esas tendencias belicosas de algunas comunidades, y de personajillos callejeros que se “divierten” atracando o cacareando de gallitos porque han dado una paliza porque sí a cualquier ciudadano de a pie que se encuentran en el camino, ¡tiene tela! Servidora de ustedes soy muy sensible a los terremotos, y el miedo emocional que me provoca este tipo de cambios en nuestro país es parecido a esa sensación, incluyendo el carácter de los españoles, que se está poniendo agrio como el agua de San Roque, porque los problemas nos absorben más que el papel secante y ya no somos los alegres ruidosos como el papel de celofán. En fin, que aquella España que parecía un claro preludio de esperanzas se ha convertido en un lugar lleno de obstáculos para vivir, y creo que aquel cambio importante del país en aquel momento determinado (democracia) no nos hizo pensar nunca que sería para llorarla más tarde, llevar un lazo de luto en el corazón y cantarle a coro, “adiós, mi España querida,/dentro de mi alma te llevo metida…/y jamás en la vida yo podré olvidarte…/” Qué pena, penita, pena…

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