Artículo publicado hoy, 23/09/2008, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
PROTAGONISTAS
Hay veces que me llevo la mano al infarto cuando veo y escucho a gente embarcada en la tarea de ser protagonistas de lo que sea a toda costa, y que incluso son capaces de hacer el pino filipino con tal de conseguirlo, llegando hasta a atascárseles el cerebro por tan trivial deseo y por mucho que murmuren. Particularmente, creo que para llegar a ser protagonista de algo primero hay que demostrar la valía, y ganarse a pulso ese lugar, poniendo magnitud al esfuerzo, porque nadie consigue lo que quiere sin sacrificios y trabajo. Pero existen personas a quienes se les sube al conocimiento el querer ser populares (y, lo que es peor, ofreciendo poco y con poca calidad a cambio), porque creen que “eso” significa la posibilidad de ser felices, cuando la realidad es que vivir una vida sencilla, como los millones de seres humanos que habitamos el planeta tierra, sin buscar primeros puestos ni cuentos de hadas, es el estado perfecto. Dicen que cada uno de nosotros creamos nuestro destino con nuestro modo de pensar, y yo así lo creo, como creo también que crecer y vivir con locos deseos de protagonismo no lleva a ninguna parte, al menos a lugares de paz.
Y viene todo esto a cuento porque, ayer, encendiendo los motores de mi memoria, me llegó el recuerdo y ahora la explicación de todo lo que les he dicho anteriormente, aunque quiero aclarar que no es que arda mi pluma en ansias ofensivas, nada más lejos de mí, pues escribo todo esto desde una óptica constructiva y deseo que así lo entiendan. No es asunto baladí que servidora tuviera, hace ya mucho tiempo, una conocida -que no amiga-, tan mayor que podría ser mi madre, de carácter más difícil que entablillar el hígado, y que como cuentachistes quería ser siempre el berro en el potaje, la yema del huevo y el centro como el jueves, o sea, protagonista, aunque sus cualidades de chistosa fueran muy flojitas, pero pretendiendo que lo celebráramos tirando confetis. Hasta ahí, qué le íbamos a hacer (aunque creo que triunfar contando chistes no es fácil, pues se necesita vis cómica y mucho de actor/actriz, que es lo que hará que crezca como una planta bien abonada). Lo peor era que su protagonismo no soportaba a las de mejor gracia chistera (sobre todo si eran de su misma quinta) y, con reacción mezquina, comenzaba su juego ensalzando las virtudes de la encelada, asegurándose de que quien se encontrara a su lado le tuviera tirria a aquélla y así pudiera contradecirle y despotricar de la misma, con lo cual se frotaba las manos y el verde-lechuga de la rabia (reconcomio) que se le había subido a la cara era ya un rojo-amapola (enchapado) de triunfo. Los mismos deseos de ser siempre la mejor, y con la misma intención, tenía en las meriendas con sus amigas, donde si la anfitriona de turno cantaba, invariablemente para mi conocida, “cantaba de forma desabrida y sin voz” y no como ella que, decía, “casi lo hacía con un toque único”.
O sea que ante lo que para ella eran fracasos de su persona (al sentir la ansiedad de ser la primera en todo, pero ver cómo otras le quitaban el cetro del protagonismo que tanto reclamaba), se enfadaba (encochinaba), se fastidiaba (jeringaba) y se enrollaba en rabietas como una cochinilla. Y por las barbas de Neptuno, creo que tener apetencias protagonistas cuando no se tiene brillo oratorio, ni voz, ni arte, ni buena pluma, ni ningún argumento sólido para ello, esperando, además sin merecerlo, una andanada de aplausos como aprobación a su mediocridad, es vivir encaramado a la vanidad, lo cual debe ser muy incómodo, aparte de que intentarlo es peor que abrirte paso a codazos y más feo que el amor por interés. Y es que el protagonismo no se busca, viene solo como el mar llega a la orilla y, lo que es más importante, el protagonista, el personaje, normalmente no se da cuenta de la figura que es entre sus amigos, porque está más empeñado en hacer felices a los que le rodean. Que tengan un buen día.
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