Artículo publicado hoy, 26/01/2010, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
LA SOLEDAD
Entiendo que para muchos la soledad sea un pesado handicap (atrabanco) en su vida e incluso que ante ella el cuerpo quede con escasez de energías y falta de vitalidad, pero a servidora, que por suerte soy una exploradora mental nata y con una mente imaginativa, no me hace falta para remontarme el ánimo quedar en estado alfa de meditación ni buscarme la postura del loto, porque me gusta la soledad impuesta o no, charlar con mis pensamientos, sorprenderme a mí misma en reflexiones para cuestionar mis decisiones que la cotidianidad y la rutina no las dejan ver, ensanchar los límites del saber (que siempre me parece poco), dejarme seducir por mi amor a los libros, oír música, cantar mis propias canciones o boleros de otros autores acompañada por mi querida guitarra, tocar un ratito el piano, ordenar armarios, poner una cremallera o subir un dobladillo (vuelto), barnizar un mueble, etcétera y prescindiendo de darle vueltas a los problemas. En fin, entrar sin locura (barrenillo) en el juego de no emitir palabras, quedar un tiempo en estado de aislamiento y admitirlo con una sonrisa en la comisura de la boca, porque a veces el silencio y la soledad son como el canto de un ruiseñor con un tono ligeramente nostálgico que agrada sobremanera.
Mi nieto Pablo (Blosky para mí), un niño (chiquillo) con ocho añitos, listo como un rayo y familiarizado con esta abuela artista, ayer, en el cuarto de estar, me escuchaba atento y algo asombrado (pasmado) mientras le contaba mi amor a la soledad y al silencio. Creyendo que me había hecho un viaje astral y pareciéndole descabellada la idea de mi amor al silencio y a un vivir, por momentos, solitario (también me encanta mi casa llena de nietos, de hijos y amigos), me miró fijamente como si servidora fuese un espécimen raro, y sin querer sumergirse en profundidades, sin devanarse los sesos pero con su punto infantil y su desparpajo de siempre, me dio un consejo terrenal suave y blando (mollar) por el camino más fácil, o sea, directamente, “pues abuelita, vete a tu cuarto, que allí tienes toda la soledad y el silencio que quieras, y déjame ver la tele, que ahora van a poner “Zack y Cody” y a mí también me gusta verlo solo”. Hala, y a Belén pastores. Y así, en un abrir y cerrar de ojos, me mandó a “freir bogas al Toril”, mientras él, espachurrado en el sofá, daba rienda suelta a su soledad, a su silencio y a su interés por la serie.
Me dirigí a mi despacho con cierto decaimiento o quizá desanimada, pues deseaba continuar con mis consideraciones para que le calara hondo, pero respeté su prisa por quedarse solo y salí de allí. Ya parapetada en mi ordenador y comenzando a escribir este artículo, apareció mi nieto cargado de ternura hacia mí, me abrazó y me estampó un beso en la mejilla que casi me arranca una muela, mientras me susurraba al oído, “abuelita, si quieres, después, me vuelves a hablar de tu rollo, ¿pero por qué no me haces ahora un bocadillo de nocilla, para verlo solo y tranquilito en la tele?” Y con la misma salió pitado hacia el estar, buscando un refugio donde abandonarse, lejos de los ruidos de la casa, mientras servidora, como paciente y amorosa abuela (que lo soy), me llegué a la cocina para prepararle un bocadillo calentito y lleno de cariños.
Y es que para cada uno su parcela de soledad y de silencio es sagrada y no nos hace falta un baño relajante para encontrar la paz y sentir que, por un corto espacio de tiempo, el mundo no existe, que es sólo un gramo de polvo en el espacio y nosotros, en ese sagrado momento, los dueños del universo. Que tengan un buen día.
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