Artículo publicado hoy martes, 02/12/2014, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
HOY NO SE REPRUEBA EL PECADO
A veces los seres humanos somos incapaces de entender que no es bueno actuar de modo impulsivo y hacer lo que nos viene en gana, porque los hilos conductores de nuestro cerebro (esa materia gris que es más rara que una gallina con cuernos) aspiran a acelerar los latidos o el pulso, poniendo desorden en nuestras vidas y renunciando a la voluntad de llevar un buen comportamiento moral y social, y mejor aún si nos adentramos en esa cierta magia, en esa puerta abierta, en esa invitación a creer en Dios.
Creo que en la sociedad actual el pecado, sentirse culpable de pecar, queda ya muy lejos porque nadie está dispuesto a devanarse los sesos por este tema y lo ven como algo de muy mal rollo. Y digo yo que tampoco es tan difícil, porque no se trata de buscar la fórmula de que los burros leviten, que un tenique de plomo flote en el agua o ponernos en plan budistas místicos.
Está meridianamente claro que todos tenemos tendencia a la alegría, pero existen actitudes de cierto riesgo para el alma que hay que saber evitar y nadar solamente hasta donde nos da miedo. Hace poco, entable conversación con dos jovencitas más que descaradas que echaban suerte, a cara o cruz, para quedarse con el último cigarrillo que les quedaba. Acomodadas las tres en uno de los bancos de nuestra calle Mayor de Triana, mi mal disimulada sorpresa al oír tantos intolerables tacos entre escandalosas risas y vergonzantes y escandalosos escotes donde casi se les podía leer el número del zapato, me atreví a preguntarles (con sonrisa y voz serena, por si acaso), señalándoles su indumentaria y su vocabulario soez, si quedaba sitio en sus corazones para Dios, argumentándoles pasajes de la Biblia más el deber de una disciplina del espíritu para no caer en el pecado.
“¿Pecado?”, contestaron al unísono. Y en pocas pero bravas palabras, la más salida y atrevida de las dos me espetó con burla, “¡señora, eso ya no se lleva, porque fue un invento de los curas! ¡A este mundo hemos venido a pasarlo bomba y no a darnos golpes de pecho, y ni sé lo que es el pecado y ni me interesa saberlo, porque eso es de la época de los dinosaurios!” Me vino de pronto a la memoria un bello pensamiento de Mario Pomilio, quien decía que “la alegría tiene varios niveles y diversos grados y hay que conocerlos y saber estar en ellos”, pero parece que esta generación de ahora lo único que conoce es un grado: el de los impulsos alocados y entregarse de lleno al apetito insaciable de su“YO”, tan lleno de orfandades espirituales y paternales, sí, con padres despreocupados de su educación y tan huecos y vacíos de Dios como ellas. Ay, Señor, qué pena, penita, pena…
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