Artículo publicado hoy martes, 04/10/2016, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
RELIGIONES LUCRATIVAS
Sólo ver la cantidad de canales televisivos dedicados a las sectas religiosas que han ido proliferando en el mundo en tan poco tiempo, nos hace darnos cuenta de la magnitud a la que ha llegado este tipo de religión, y sobre todo pidiendo dinero en nombre de Dios, para luego llenarse los bolsillos hasta el punto de amasar fortunas inimaginables gracias a ese poder.
Dios y su voluntad son la excusa de estas sectas para convencer a gente ignorante e inculta que cae como moscas en la miel, explotada por estos líderes de “demostrada rectitud”, que solamente invierten “su palabra santa” donde hay indicios de beneficio seguro, o sea, sin hacer ruido, pero manejando a esos cerebros indefensos a cambio de un pago que les llene las arcas y les hagan gozar de un exagerado bienestar material.
La integración en estos grupos sectarios no es difícil conseguirla, pues primero se les engaña con cariñoso recibimiento, besos, abrazos y convenciéndoles de que el “nuevo estilo de vida espiritual” es la auténtica senda para llegar al cielo, pero antes haciéndoles comprometerse con dinero e incluso con bienes personales, hasta el punto de pedir créditos a los Bancos para ayudar a su nueva y maravillosa religión que le abrirá las puertas del Paraíso.
La sugestión, y para ello son unos auténticos maestros, es la parte principal de sus enseñanzas, bloqueándoles la mente sin posibilidad alguna de que otras opiniones exteriores entren en ellos, para así no ser desorientados en la travesía que pretenden estos adalides que, a su vez, fomentan en ellos la necesidad de ser serviles al grupo porque les incrementan el sentido de la culpabilidad con respecto al sentido de la vida anterior. O sea, que ante tanta confusión aparecen de inmediato el temor y la obediencia al clan, a la camarilla, alternados con castigos y recompensas mantenidas por las amenazas de una condena eterna. Y es así como les inducen a la aceptación ciega sin ninguna objeción o dudas.
Ya sé que todos los senderos llevan a Dios nuestro Señor, pero difícil lo veo para estas cuadrillas que han elegido el engaño y la enorme y desorbitada opulencia porque lo que no saben, pobrecillos, es que para ganar el cielo hay que ser cuando menos honrados y justos, si no, es un tránsito espinoso y complicado del que sin red de seguridad es muy difícil que se salven. Ay, Señor, qué pena, penita, pena…
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