Artículo publicado hoy martes, 05/03/2013, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
LA BUENA MESA
Queridos lectores, antes de mi perorata tengo el placer de comunicarles que el próximo viernes, día 8, a las 20,30 horas en el teatro CICCA estreno un monólogo cómico (alta comedia) de mi autoría, titulado “Sólo espuma”, con el que se van a reír hasta hartarse, espero verles. Y a otra cosa.
Una de mis máximas debilidades es la buena mesa, y si la comparto con excelentes y queridos amigos qué decir, por lo que no pienso renunciar tontamente a ello, ni a que mi paladar saboree de vez en cuando las exquisiteces de la buena cocina. Desde luego nadie nos obliga a estar en el mundo o salir de él, pero lo que está claro es que ninguno de nosotros queremos irnos (al menos pronto) del planeta Tierra y andamos con pies de plomo dirigiendo el control de nuestra salud, para no caer en el pozo de los excesos en cuanto a los alimentos, por aquello del miedo al colesterol malo (L.D.L) que nos persigue como un remordimiento y nos puede recortar la longitud de la vida.
Y es que el L.D.L es objeto de preocupación constante para los que nos vamos haciendo mayores, y nos tiene como un tiburón en cautividad esperando un hueco, una salidita nocturna o cualquier evento para disfrutar con desmesura de todo lo que produce ese dichoso colesterol malo.
Hace tiempo, en la celebración de un evento importante, en nuestra mesa disfrutaba con desmesura un malagueño y orondo comensal que solamente tenía ojos para lo que estaba comiendo. Simpático y dicharachero, se mezclaba en la seria y aburrida conversación de los demás invitados pero sin retirar la vista del plato que para él tenía un encanto irresistible. Estaba claro que para él no existían ni el colesterol bueno ni el malo, ni que la longitud de la vida depende también de cómo cuidarse, porque su ansiedad de comer era tan fuerte como la muerte y él era incapaz de contenerse. Su esposa, también malagueña, educada y con refinamiento, le aconsejó prudencia a tan voraz como descarado apetito, a lo que él le contestó con salero andaluz, “mira, “cari”, con tanta prudencia p’a no tené más chiquillos (tenían siete), se me estropeó la pilila y ya no sirve p’a na, ¿y tú me pides prudencia p’a comé? No mujé, muera el gato, muera jarto, que esto del comé es ya lo úrtimo que me queda p’a satisfacé mi cuerpo corporá”. Las risas de todos inundaron la mesa de alegría, brindándonos un momento lúdico que perpetuó el bienestar de los comensales. Y es que a veces sólo hace falta un destello de simpatía para que aparezca la magia de la camaradería. That is the question.
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