Artículo publicado hoy martes, 05/04/2011, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
SUPERARSE EN VEZ DE ENVIDIAR
Decía Víctor Hugo que «la envidia es la admisión de la propia inferioridad», y esto que les voy a contar es claro ejemplo de ello. Me contó una amiga que posee la fortuna de ser íntima de una guapa y excelente pintora inglesa, quien después de trabajar muy duro ha recogido los frutos y triunfa en Estados Unidos, siendo la mejor persona que ha conocido, porque a pesar de sus éxitos (también escribe cuentos para niños) es una mujer sencilla, madre y abuela, llena de amor hacia los demás y querida por todos, pero envidiada por su propia familia. Su hermana mayor, una mujer frustrada y sin siquiera un nietito que le alegre la existencia, le ha hecho la vida imposible desde que eran jóvenes, y como una boa constrictor la envuelve en sus malsanas críticas, y cada éxito de la artista contribuye a multiplicar sus disgustos. La pintora, aún sabiendo que zumba a su alrededor como una abeja mortífera y destructora, ha hecho siempre oídos sordos a sus malévolos comentarios, aunque le extrañaba que sus hermanos y las amigas de ambas le dieran la espalda. Triste y harta volvió a Inglaterra queriendo descubrir tal misterio y la mano negra que la rondaba. Dio un cóctel por sus éxitos invitando a los distantes hermanos (no a la mayor) y amigas, y allí se descubrió el pastel: la hermana resentida se había dedicado a calumniarla y poner en su boca comentarios desagradables contra todos y que ella jamás había dicho.
Sus críticas las había utilizado como arma efectiva contra la pintora, dado que la consideraba una triunfadora en toda su existencia y no lo podía soportar ni superar. Ahora sus hermanos y amigas son una piña con ella, y la hermana dañina y rencorosa anda en lucha encarnizada consigo misma y con la cólera en ebullición. Y digo yo que con lo fácil que es amar y disfrutar del éxito del otro, sobre todo si es hermano/a, ¿cómo se puede ser tan mezquino y despiadado y no desearle lo mejor a quien nació artista en la familia o cualquier otra profesión? Creo que es muy fácil enmendar tales comportamientos: sólo basta con superarse a sí mismo y escupir en el inodoro el veneno de la envidia. Ay, qué pena, penita, pena…
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