Artículo publicado hoy martes, 07/06/2011, en el diario La Provincia/DLP


 

DE TODO UN POCO

Donina Romero

UNAMUNO Y SU TORMENTO

Decía Unamuno que “hay que creer en esa otra vida para poder vivir ésta y soportarla y darle sentido y finalidad”. Y a mí me parece que una vez más Unamuno nos demuestra con este pensamiento su conflicto emocional y su incapacidad para entender que, pese a la arrogancia de sus negativas cavilaciones, no logró convencernos con aquella andanada de reflexiones tan lejos de la fe y de su tormento por creer, aunque en los últimos años de su vida se debatiera, con su acentuado temperamento, entre la duda y la contradicción. No he sabido nunca si sumergido en su eterna tristeza, al final de sus días abrigó la creencia, sin su obsesiva duda agónica, de un Dios Creador, pero lo que sí está meridianamente claro es que tantos años de su vida dedicados a intentar creer en Dios, lo hizo a mi juicio merecedor del Reino de los Cielos, porque alguien que excava constantemente en su dolor por creer, y que dedica toda su vida a competir con la fe intentando en sus introspecciones no rechazarla, a pesar de discrepar con la misma, se merece no sólo una medalla a la perseverancia sino un privilegiado lugar en el Reino de Dios.

En cuestión de fe no es fácil darle al interruptor y que se encienda la bombilla de la certidumbre, y tampoco creo, como piensan y afirman muchas personas religiosas, que es un don y un privilegio que les regala el Señor, porque si fuese así no entendería esa selección de Dios entre sus hijos, y me parecería injusta. Afortunadamente para mí, soy creyente y tengo una fe inquebrantable, pero no me siento una privilegiada, simplemente he cultivado con disciplina toda mi vida las observancias religiosas que me han alimentado el espíritu, y cierta obstinación, sin fanatismos, en llevar una vida recta (algo difícil de cumplir) para alcanzar el Cielo. Unamuno vivió siempre activando aquella explosiva situación de la duda, esgrimiendo argumentos que le dañaban desordenándole el cerebro, con una voluntad indecisa y un miedo a no poder llenar su interior con la esperanza y la fe: para él un camino hacia la libertad, sin darse cuenta de que Dios siempre está en primera fila esperándonos. Amén.

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