Artículo publicado hoy martes, 17/09/2013, en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO

Donina Romero

CUANDO LAMENTARSE YA ES TARDE

Decía el sabio monarca judío Salomón que “siempre es tarde cuando se llora”. A servidora nunca me ha gustado viajar por lugares de costa porque para ello tengo a mi tierra, que tiene las playas casi más hermosas del mundo (Las Canteras, El Inglés, Maspalomas, etc), pero alguna vez no me ha quedado más remedio y los he visitado. Acabo de regresar de Málaga, ciudad que no conocía por falta de interés, y me ha gustado muchísimo toda ella, pero he quedado absolutamente defraudada con Marbella, su playa (eso sí, enorme), su arena áspera gruesa y de color cemento (el tartanero de nuestro paseo en tartana por la bella ciudad se quejaba de lo mismo) y su avenida que, aunque está bien, nada tienen que ver con nuestra maravillosa playa de Las Canteras, de arena rubia y tan fina que se desliza bajo los pies como una caricia, más su paseo o avenida digna de admiración.

Pero aún me asombró y admiró a la vez el tesón, la perseverancia, el empeño, la lealtad y el amor a su tierra de sus políticos, que la han publicitado como la playa más bella del planeta y les doy mi más sincera enhorabuena por tanto esfuerzo como adoración a su terruño. Y es que es realmente triste que nuestros políticos de varias generaciones no hayan sabido ponerle pasión ni emoción a la empresa de embellecer nuestra ciudad y publicitarla para alegría nuestra y sobre todo de este peregrinaje turístico que se queda a mitad de la ilusión de ver lo que creían que iban a ver: una hermosa metrópoli que despertara expectación, una ciudad espléndida, fastuosa, elegante y una distracción para la vista.

Desde luego está meridianamente claro que no decidieron estos políticos de forma inteligente, y para futuras generaciones, aportar cosas importantes para nuestra capital, no fueron buenos soldados de su patria chica y lo que no es de recibo es que no nos hayan hecho gozar de la creatividad de importantes artistas nuestros que pudieron hacer de nuestra urbe un lugar mágico y admirado por propios y extraños. Pero esa gran oportunidad pasó, se perdió en el desierto de unas mentes planas que no supieron o no quisieron valorar las enormes posibilidades de construir una ciudad emblemática y llena de sorpresas culturales. Se derrama nuestra vista buscando espacios exteriores que no hallamos llenos de cultura, edificios cargados de arte, esculturas figurativas (ya está bien de tanto hierro oxidado chorreando agua-chocolate, y líneas escultóricas del mismo material que no expresan nada y creo que ni para el mismo escultor) en cualquier rincón de nuestra localidad, pequeños jardines clásicos y bien cuidados, fuentes al comienzo o final de una calle, hornacinas con elementos pictóricos en los frontis de los edificios…, en definitiva ARTE y CULTURA para recrearnos los canarios y complacer a los foráneos, que quedan desabridos como una sopa sin sal al ver el pasotismo urbanístico de nuestros políticos.

Otra cosa, ¿cómo es posible que hayan colocado la enorme escultura de Martín Chirino (a quien quiero y respeto) a la entrada de nuestra calle Mayor de Triana ¡TAPONANDO! completamente la hermosa vista de este maravilloso paseo a todo el que viene desde el puerto y ¡TAPONANDO! Igualmente la vista hacia nuestro parque de San Telmo y la calle León y Castillo viniendo desde el principio de Triana? ¡Me parece imperdonable que se oculte nuestra más hermosa e importante calle dándole preferencia a una escultura que bien pudo ubicarse en rotondas, parques, alamedas o cualquier otro lugar espacioso que no oculte las pocas cosas bellas que tenemos! ¡Qué falta de lucidez! ¿A quién se le ocurrió tamaño disparate y por qué no hemos salido los canarios a defender la bella visión de nuestra calle más importante? ¡Siempre el aplatanamiento canario!

Y aunque creo que ya es tarde para lamentarse ahora, espero que hoy estos políticos no pasen página y traten de curarnos esta herida inferida a nuestra querida ciudad, a nuestro amor propio, a esta sensación de descontento que hace que no busquemos refugio en el silencio, al menos por mi parte. Faltaría más.

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