Artículo publicado hoy martes, 20/09/2011, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
CALUMNIA QUE ALGO QUEDA
Alguien dijo que “la calumnia es como lanzar a voleo la semilla, y si el terreno es fértil la cosecha será magnífica”, y creo que tal aseveración no se aleja ni un ápice de la realidad y permanece para siempre en la tristeza del calumniado. El calumniador, sin el mínimo asomo de pudor y con la clara intención de intoxicar, afila sus garras verbales soltando las amarras a su gusto, espoleado por la rabia o la envidia hacia alguien que considera superior a él, y quizá el envidiado, ajeno a sus subterráneos sentimientos incluso lo acepta como amigo. La calumnia es el vehículo idóneo para erosionar las virtudes de la persona envidiada, y las grietas que deja quedan más en el calumniado que en el calumniador y que, imagino, le seguirán hasta la tumba. Hace tiempo me contaron de un desfalco, en una conocida empresa, achacado a un empleado al que se le suponía de conducta edificante, leal y con la suerte de ser el hombre de confianza de su jefe. Otro de los subalternos, con tantos años en la empresa como el empleado leal, no admitía no ser tratado igual por su superior, y el paso del tiempo le iba transitando por la mente olas de rabia y envidia hacia el buen compañero que le dejaron huella.
Conocido el desfalco, lo intentó salpicar con su maledicencia ante toda la empresa, dejando caer cierta culpabilidad y aprovechando para dar coba al jefe en busca de beneficios. Pero como dicen que el diablo tapa y destapa, por fin apareció el culpable del robo (otro subordinado reciente) que, con el corazón acelerado, entregó parte del dinero robado y un arrepentimiento por volver al redil. A pesar de que al empleado fiel siempre le exculparon de todo por su buena conducta, jamás la vergüenza en la que se vio envuelto le abandonó la sangre que siguió batiéndole en las venas hasta el final de sus días. Supongo que al envidioso-calumniador (si es que le quedó algo de remordimiento por un acto tan ruin) tal acción lo habrá convertido en un ser infeliz por lo que hizo y por querer convertirse en gigante cuando sólo podía ser hormiga. Que ya lo decía Víctor Hugo, “la envidia y la calumnia son la admisión de la propia inferioridad”. Ay, la limitación humana…
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