Artículo publicado hoy martes, 22/07/2014, en el diario La Provincia/DLP
DE TODO UN POCO
Donina Romero
NIÑOS SIN PUEBLOS
…Que no es lo mismo que “pueblos sin niños”. Y me explico. Leí hace un tiempo en una entrevista que le hicieron a Ana Rosa Quintana, esta periodista y empresaria, casi líder de las mañanas en Telecinco, que ella fue niña de barrio y que nunca “había tenido pueblo”. Contaba la presentadora que un día que uno de los hijos gemelitos que tiene (dos preciosos niños de unos seis años) vio por primera vez un pueblo donde había manzanos con fruto, muy sorprendido al verlos exclamó lleno de alegría a su famosa mamá, “¡mira, mamá, manzanas de árbol!” Impactada le preguntó, “¿y de qué son las manzanas, entonces?”, respondiéndole el niño con toda naturalidad, “¡pues de caja!”
Al poco la mamá-presentadora-televisiva compró un huerto y cuatro vacas para que sus lindos gemelos tuvieran contacto con el campo, con la naturaleza, que pudieran ver con claridad un auténtico nido de pájaros, que respiraran el olor a manzanilla y eucaliptos, que observaran a un gorrión en la rama de un naranjo, y para que cuando en el colegio dibujaran y colorearan en sus cuadernos de dibujo un pollo, no lo hicieran pintando un bote de colacao, por ejemplo.
Siempre digo que no existe nada más expresivo que los ojos de un niño, así es que después de haber leído esto, ya me imaginé al crío con las pupilas dilatadas, observando todo el encanto que le rodeaba y con una enorme cascada de alegrías en su risa infantil: seguro que un espectáculo digno de ser grabado, porque ahí se vio que hay “niños sin pueblos” ya que, desde pequeños, y con un marcado deseo materialista, solamente conocen el ordenador, el Ipod, el Ipad, la consola, el wassap, el correo electrónico, el facebook, el youtube, Internet, el móvil y un larguísimo etcétera, incluyendo horas y más horas perdidas sentados ante el televisor, (aunque hay que ir con los tiempos, pero sin excederse) que sólo les llevará con los años a quedar con un dolor eterno en el coxis, la espalda tan jeringada que ya no se las arreglará ni un estelero (si quedara alguno, claro), y la cabeza en estado de schock, porque del corazón y del espíritu se olvidaron y los dejaron encerrados en una gaveta desde que, siendo niños, se bebieron el vivir sin respirar el aire puro de la vida porque sus progenitores, descuidadamente, les despoblaron de la visión y el contacto con la naturaleza, y sin ni siquiera dejarles tiempo para soñar. Qué injusto…, y qué pena, penita, pena…
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