Artículo publicado hoy martes, 26/05/2015, en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO

Donina Romero

DORMIR O NO DORMIR

Existen personas tan dormilonas que pueden dormir sobre la cama de un faquir o en el filo de una navaja como si lo hicieran sobre un lecho de plumas, y no hay campanadas o música estridente que los despierte porque continúan entregados de lleno en los brazos de Morfeo. ¿Cuál es la razón o el por qué de que a unos seres humanos les cueste muchísimo conciliar el sueño, aún acudiendo a somníferos, y otros duerman profundamente tan solo con que la cabeza toque la almohada? No cabe duda de que la mecánica del cerebro humano es una caja llena de sorpresas, y aunque todavía estamos en el umbral del conocimiento, vendrán generaciones mucho más evolucionadas mentalmente, pero creo que aún así, sobre el misterio del cerebro, quedará un casi eterno camino por recorrer.

Un amigo mío catalán, que padece de insomnio desde su juventud (lo que hace que se le desconecten las energías durante el día), me dice que daría lo que fuera por poder dormir toda una noche de un tirón, porque su modorra intermitente es tan desesperante como una carencia afectiva, y no le ve salida al asunto. Según me cuenta, ha probado todo tipo de trucos e incluso antes de irse a la cama hace toda clase de yoga, hasta poniéndose boca abajo pegado a la pared (el pino), porque le han aconsejado que de ese modo le riega mejor la masa gris y lo conduce con más facilidad al onirismo. Pero me cuenta que ni así hay suerte y que ni el estado alfa de meditación ni la postura del loto le favorece tales conductos oníricos.

Mi amiga Carmen me cuenta que cada noche, y ya metida en la trinchera del insomnio, se dedica a oír la radio con auriculares para no molestar al pariente, que ronca como un león pero que hasta una pluma de gallina que caiga al suelo la oye, y mientras con una mano sintoniza las ondas radiofónicas buscando locutores que le aletarguen esas horas conflictivas, con la otra mano libre se masajea las sienes intentando meterse en el refugio del letargo, del onirismo tan deseado. Y parece ser que con cierta frecuencia le funciona, aunque la intensidad de la dormilera es ligera y le dura poco, o sea, se para, la despierta y vuelta a empezar. En cambio su hermano se duerme plácidamente en cualquier parte como si oyera música celestial. Los hay con suerte.

Y digo yo que como el cuerpo no puede estar sano si no tiene sus horas de sueño, habría que pedirle a la fábrica de los mismos que repartiera para todos los seres humanos por igual, porque creo que el descanso no tendría que ser privilegio de unos pocos, ya que se trata de algo tan imprescindible para el organismo como comer y otras funciones. That is the question.

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